viernes, 9 de marzo de 2012

EL DODO DICE: CHESPIRITO

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

El jueves primero de marzo de 2012, por intervención directa de TELEVISA, desde las instalaciones del Auditorio Nacional, de la Ciudad de México, se dio comienzo al evento “América celebra a Chespirito”, que honra la trayectoria “cómica” de Roberto Gómez Bolaños, de 83 años.

Desde su nombre artístico que supone una reducción de Shakespeare, el apellido inmortal de una de las glorias literarias de Inglaterra, “Chespirito” es un ejemplo sobrado de la pésima comprensión mexicana de lo que es la comicidad y el humorismo.

Aunque aprendió el oficio de escribir y actuar cuando las grandes figuras del género local estaban en decadencia, Roberto Gómez Bolaños encontró en la “caja idiota” el espacio correcto para explotar una simpatía simple, casi estúpida que masificó la risa, sacrificando el ejercicio inteligente de la risa.

Los “gags” de Chespirito eran reducciones absolutas de los requisitos primitivos del hacer reír. Golpes, caídas, diálogos fincados en monosílabos y la eterna repetición de situaciones, además de la permanencia obligada en la pantalla chica, facilitaron que sus ideas y personajes arrasaran con el endeble criterio de los estratos populares, primero del País, y después de Centro y Sudamérica.

En una época en que la televisión abierta no tenía competencia y las opciones culturales estaban casi extintas para las mayorías, “Chespirito” atrajo la simplicidad del respetable e hizo el negocio de su vida.

Semana a semana, la dosis de una comicidad retardada fue ganando espacios en la memoria del colectivo empobrecido.

La edad y la progresiva globalización del mundo deterioran el dominio del entretenimiento de “Chespirito”, y a pesar que para varias generaciones uno de los recuerdos trágicos de la inocencia infantil son precisamente los desfiguros de El Chavo del 8, El Chapulín Colorado, Chompiras, Chaparrón Bonaparte o el Dr. Chapatín, personajes inventados por el señor, a la distancia muestran una aterradora fragilidad conceptual que no habla muy bien de las “entendederas” de los fanes.

Producto inigualable de la concepción de negocio de fomenta TELEVISA, “Chespirito” es regresado a las luces como un viejo payaso al que es indispensable exprimir la última carcajada. No le queda mucho de vida, pero aun basta para un montaje de reconocimiento hueco.

En teoría, 17 países del continente americano (donde TELEVISA tiene presencia) acuden al llamado de dorarle la píldora al pasado en virtud del raiting y la celebración de la mediocridad como forma de entretener.

Más que alegría daba tristeza el acto, en silla de ruedas, con traje negro, tanque de oxígeno y visiblemente emocionado, Roberto Gómez Bolaño arribó al evento, en medio de una ovación de pie, larga y fuerte, por parte de los 10 mil acarreados.

En esas condiciones, el homenajeado tuvo que retirarse por una afectación de salud, es decir, casi sólo hizo acto de presencia para agradecer a la empresa y permitir la continuación del show.

“América celebra a Chespirito” fue un programa de variedades patéticas promedio. TELEVISA jamás se preocupó por hacer una diferencia. Conductores falsos, seudo cantantes, bailarines de tres cuartos e invitados especiales que bien felicitan al glorificado o el propósito que le dicten en el guión.

Cosas de la vida, Roberto Gómez Bolaños cosechó lo sembrado: un adiós artificial, idéntico a la burla que en sus mocedades hiciera del legado histriónico de la comicidad mexicana inmortal de un Germán Valdés “Tin Tan” o de un Mario Moreno “Cantinflas”.

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