miércoles, 7 de marzo de 2012

EL COCOTAZO: ¿QUÉ TE ESTÁS FUMANDO?

POR: EL DODO DE LA MALA LECHE

El razonamiento fue simple: encarecer el cigarro disminuiría el consumo.

Y efectivamente, la decisión de elevar los impuestos al cigarro en México dejó como resultado que el consumo de este producto en el mercado formal cayera más de 21 por ciento, pero al mismo tiempo incrementó el contrabando y generó una caída sustancial en la estimación de recaudación fiscal en 2011.

El fumador o le bajó al vicio o buscó otras formas de hacerse del producto. De ahí que aflorara una oferta bastante peculiar de cigarrillos de dudosa calidad a precios menores de diez pesos por cajetilla.

En 2011, el consumo nacional de cigarrillos cayó 21 por ciento; el punto histórico de pique.

Sin embargo, el antecedente de ese descenso fueron las primeras regulaciones aprobadas en 2008 cuando se aplicó la Ley General para el Control del Tabaco, que impuso la prohibición de fumar en lugares públicos y cerrados, vender cigarrillos por unidad además de obligar a poner pictogramas en las cajetillas para advertir las enfermedades que provoca su consumo.

Tras experimentar un crecimiento de 6 por ciento en 2008, el volumen de venta de cigarros en 2009 y 2010 reportó descensos de 1.8 y 2.1 por ciento respectivamente, hasta que el año pasado se desplomara 21.1 por ciento la venta.

Desgraciadamente, México concluyó 2011 con un consumo de más de 200 millones de cajetillas de cigarros ilegales, lo que representa entre 10 y 15 por ciento del mercado total, un incremento “desmedido” del contrabando, si se considera que un año antes sólo significaba 2 por ciento.

El problema no sólo es financiero, puesto que los cigarros de contrabando carecen de una normatividad de regulación sanitaria y, por ende, el riesgo de salud en los fumadores de estos productos es bastante elevado.

La proliferación del contrabando de cigarros es interesante, ya que aparece en las mismas redes de distribución que las mercancías habituales producidas por las firmas establecidas. De hecho, el vendedor minorista reconoce que es el distribuidor de su confianza que le ofrece las cajetillas derechas y las “chafas”.

No obstante, la Procuraduría General de la República afirma que los aseguramientos por delitos de contrabando y falsificación de marcas cayeron “significativamente” el año pasado, al pasar de 23 millones de cigarros en 2008 a 34 mil unidades en 2011.

Omite explicar, por supuesto, por qué a pesar de los decomisos el mercado está inundado por el cigarro de contrabando.

Para la gente versada en el tema, las propias tabacaleras facilitan la entrada del producto ilegal entre los distribuidores, para argumentar que hay un incremento indiscriminado del contrabando y de esta forma presionar al gobierno para bajar impuestos.
En corto: los productores usan de pulmones de cañón a los fumadores que deciden entrarle al aro de la ilegalidad.

En cuanto al interés tributario del Estado, en 2011 la recaudación por concepto del impuesto especial sobre productos y servicios (IEPS) captado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público fue 12.7 por ciento mayor a lo generado en 2010; sin embargo, esta cifra quedó por debajo de las expectativas programadas para este periodo fiscal.

El cálculo inicial estimado era que derivado del aumento de 7 pesos al precio de las cajetillas de cigarro, vía IEPS, la recaudación en 2011 sería de 42 mil millones de pesos, pero el monto captado fue de sólo 30 mil 342 millones.

El hecho de la caída de ventas de cigarros en el sector legal resultó contra producente. El fumador, aunque le piense a la hora de soltar el dinero, sigue fumando. Los cigarros legales están siendo barridos por los de contrabando. El problema de salud, de no eliminarse el consumo ilegal, será mayor. La compensación fiscal es dudosa y las tabacaleras por un lado ponen cara de sufrimiento y, por otra, traición la integridad de sus clientes habituales.

Algo salió mal, pero nadie reclama esa “fumada” fue mía.

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