jueves, 22 de marzo de 2012

ASUNTOS EXTRANJEROS: CANADÁ Y LOS MEXICANOS

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Antes del consabido desgarre de vestiduras y las inmolaciones simbólicas de nuestros grillos emplumados, lanzándose desde lo más alto del altar de la patria, que quede clarísimo que, de acuerdo, al Derecho Internacional vigente cada Estado, dentro de su territorio, puede tomar las decisiones políticas que considere, notificamos que seis mil 114 mexicanos pidieron asilo político en Canadá en 2011 y de esas, 4 mil 63 solicitudes fueron denegadas por las cortes migratorias, es decir, sus peticionarios serán deportados. Otras 880 aplicaciones fueron retiradas y sólo mil 43 tuvieron éxito en su intento por recibir el estatus de asilado, el equivalente a 19.9 por ciento.

El argumento de las cortes de inmigración es, por lo general, el mismo: los mexicanos no pueden reclamar asilo porque el Estado mexicano puede darles protección, a diferencia de lo que sucede en países como Colombia, Afganistán o Irak, cuyas aplicaciones de refugio tienen mucho más éxito. Correspondientemente y ya sin trabas legales enfrente, las autoridades canadienses han acelerado la deportación de migrantes que han perdido sus últimas apelaciones y que ya no tienen otra herramienta para permanecer en el país, según denuncias de activistas mexicanos.

La figura del asilo, en términos de la normatividad internacional, debe de argumentar la imposibilidad de las autoridades mexicanas para procurar seguridad a los ciudadanos ya sea por que el mismo gobierno las persiga o por que la situación interna del país así lo imponga. Desgraciadamente, el oportunismo que nos caracteriza como pueblo, ha hecho de ese recurso legal una vía para tratar de ingresar a otras naciones, sosteniendo causas improbables.

Para un creciente número de mexicanos la aventura migratoria al norte está terminando del brazo de un policía armado, con una orden de expulsión en la mano y en las pistas de despegue de los aeropuertos Jean Lesage de Montreal y Pearson de Toronto, convertidos actualmente en dos de los principales puntos de deportación de la oleada mexicana de solicitantes de refugio que en los últimos años vino a este país.

Es cierto que México no vive precisamente sus mejores en materia de seguridad a los ciudadanos, sin embargo, esto no faculta a nadie para hacerse la víctima e intentar un pase rápido hacia las potencias del continente. “Misteriosamente”, las peticiones de asilo son hechas hacia Estados Unidos y Canadá, y no a Chile o Paraguay, por un supuesto.

A casi tres años de que el gobierno del primer ministro Stephen Harper impuso el visado con el argumento de que su sistema de asilo político estaba por colapsar frente a un alud de peticiones mexicanas, los juicios interpuestos por miles de connacionales para tratar de permanecer en este país han comenzado a concluir de forma desfavorable para la gran mayoría.

Y es lógico, las cuotas de cada país en este rubro SIEMPRE son limitadas y obedecen a estrategias propias, respetuosas de la facultad soberana de los gobiernos.

En su momento, Canadá tuvo puertas abiertas hacia la migración legal, no obstante, esta peculiaridad nuestra de no jugar claro ni respetar los requerimientos de ley, llevo a tal destino a cerrar sus puertas y hermanarse con los Estados Unidos en materia de migrantes.

“Todos los días están expulsando a mexicanos que van perdiendo sus juicios. Los están regresando a enfrentar la violencia”, dijo Oscar Carrillo, dirigente del movimiento Mexicanos Unidos por la Regularización, una agrupación de resistencia jurídica en la que se han reunido 200 connacionales a punto de ser deportados. “Los mexicanos somos la comunidad extranjera más salvajemente golpeada por las deportaciones”, reiteró.

¿Y los mexicanos que nos quedamos aquí estamos pintados o no existimos? ¿Acaso no enfrentamos diariamente la violencia y la mayoría de las razones señaladas por los peticionarios de asilo?. ¿De qué se trata?. Es indudable que un porcentaje reducido de posibles asilos responda claramente a situaciones límite que conmuevan a Canadá a dar cabida, pero el abuso de la figura es inobjetable.

Es vergonzoso que, para variar, los mexicanos, trampas mediante, tratemos de servirnos con la cuchara grande a un recurso universal, que por nuestra ambición, no será denegado.

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