Por: Raúl Gómez Miguel
Aventar piedras a la distancia segura del tiempo es fácil. Los implicados, amparados por la edad y la corta memoria del pueblo, se lavan las manos y afirman verdades que no pudieron sostener cuando sus tamaños corrían peligro.
Las “incendiarias” declaraciones del ex presidente mexicano Miguel de la Madrid (1982-1988) vienen a poner punto final a las referencias comprobadas por verdaderos valientes que en su tiempo pusieron e, incluso, apostaron y perdieron la vida.
La gente que vivió el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) debe de reconocer que en los primeros tres años de mandato, la sociedad ( o los que en ella importaban) y los medios nacionales y extranjeros se desvivían en elogios para el hombre que llevaba a México a la modernidad, a la libre empresa y la integración económica mundial. El “Señor Presidente” no cometía errores y sus palabras eran “mantras” de sabiduría y superación espiritual. El país ascendía la escalera de las potencias y comería perdices por siempre.
Curiosamente, esos admiradores convencidos son, a la vuelta de la Historia, los primeros en negar su pasado político y “denunciar” los delitos y las prebendas de esos años. Hábiles camaleones se instalan en la humildad de “aceptar” la equivocación y ventilar las porquerías que ellos solaparon y disfrutaron.
Es la réplica de “yo sólo recibí ordenes, no tengo la culpa”. Es patético que los viejos lobos de mar de la grilla nacional muerdan el anzuelo o que los reconocidos mastodontes de la información oficial tengan lapsos de amnesia selectiva. Señores y señoras también ustedes construyeron a Salinas a través de sus ambiciones personales y las ráfagas de poder que se metieron en las bolsas.
Mientras que Cárdenas o Muñoz Ledo son puestos en el altar de la democracia, por los “olvidadizos” camaradas que borraron el “chaquetazo” ideológico cuando salieron del Partido Revolucionario Institucional más por la insatisfacción de caprichos personales que por ser amantes de la transformación democrática de la nación. Sólo investiguen qué hicieron estos adalides de la libertad cuando el primero estaba en la nomina del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) en las jornadas aun no castigadas del movimiento estudiantil de l968, y el segundo era la gran estrella de Luis Echeverría (1970-1976) en el jueves de Corpus de 1971.
Y no toquemos la valiente defensa que Cárdenas hizo del supuesto triunfo electoral para la presidencia compitiendo con Carlos Salinas de Gortari.
En el recuento de los hechos, tenemos que mostrar decencia y no inclinar la balanza porque el señor Salinas sacó a relucir la candidez siniestra de un pueblo y de una clase dominante que deseaba escuchar precisamente lo que el “salinismo” pregonaba.
Los delitos demostrados o no del casi legendario “Innombrable” han sido repetidos y superados por las administraciones que le siguieron, que si los crímenes de estado, que si la negociación con el narcotráfico, que el nepotismo, que el robo, que los pactos por debajo del agua, ciudadanos: ¡No se den baños de pureza!: para llegar a la Silla Presidencial es obligado pagar costos y comer mierda. A su manera cada presidente de este país se ha vendido a quien mejor le parece y ha engañado al pueblo simplemente porque no le interesa, porque la gentecita sólo está en forma de votantes y de estadística que mueve presupuesto.
Y si hemos de ser objetivos, la transición de Vicente Fox (2000-2006) guarda muchos pendientes no aclarados hasta que no lastimen a nadie, incluyendo, su sucesor.
El señor Miguel de la Madrid otorga la confirmación de la nota, para la anécdota o el libro oportuno. A veinte años de ocurrida, la verdad envejece y las consecuencias son tenues. El juicio ciudadano es suave y la terquedad de Andrés Manuel López Obrador ha limado la fuerza oscura de Carlos Salinas al punto que para las generaciones jóvenes es un personaje carnavalesco o un excelente disfraz para la noche de brujas.
Las “revelaciones” de Miguel de la Madrid llegan tarde y sólo agitan el agua en un periodo electoral en que los partidos no tienen nada que ofrecer ni personalidades atrayentes que reduzcan el abstencionismo con que la gente común les devolverá el fracaso de estos tres últimos años.
Con la idea que me quedo es la de la negociación, esa peculiaridad que el panismo no comprende y que ha puesto en picota la cabeza de sus dos primeros mandatarios. Quizás el valor agregado de Salinas fue negociar lo mejor para él sin menospreciar la finalidad del otro. Tal vez ese sea el ingrediente de la vieja política mexicana que esta grilla embrutecida no comprende. El pastel alcanza, sabiéndolo repartir.
Ojalá que en la mentalidad gris del señor de la Madrid, su confesión le permita dormir bien como lo ha venido haciendo por dos décadas. Felices sueños.
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