lunes, 11 de mayo de 2009

EDITORIAL: CAMINITO DE LA ESCUELA

Destrozando los momentos Kodak de la Primera Dama de México y el Secretario de Educación en mangas de camisa, dándole a la escoba y el recogedor para el regreso de los chiquitines a las escuelas de los niveles restantes, en los círculos médicos la zozobra empieza a pintarse de contagio masivo ante el ascenso de casos sospechosos de influenza humana.

Algunos Estados ponchando el ánimo jubiloso del Presidente, se zafaron del riesgo y anunciaron una prolongación mayor en la suspensión de clases hasta que no vean claro en qué embrollo están metidos.

Es también digno de tomar en cuenta que los partidos políticos no le han querido atorar a las calumnias por la influenza y han preferido el ataque suavecito, eso sí con las dosis tremendistas de costumbre y las pésimas estrategias mercadológicas y propagandísticas que suelen costar millones y que no reportan una seducción real del votante.

El control sanitario de la influenza va reportando irregularidades tan pronto como se conocen e intercambian las experiencias vividas por los ciudadanos y la inconformidad de ciertos sectores especializados por que no empatan las cifras federales con otros registros. Esto está muy raro y se vislumbran novedades ingratas.

En la Ciudad de México el destape está en pleno y los ciudadanos de corta memoria andan por las calles emitiendo sus fluidos sin protección alguna. Para ellos, la normalidad ha regresado, ¿acaso no los medios de control social y los empresarios invitan a la diversión y el consumo?. La idea generalizada que el semáforo de salud terminará siendo obsoleto, les otorga un argumento de excepción para bajar la guardia.

La apertura de la totalidad de las escuelas será la prueba de fuego de más de un funcionario, pues cada niño es en sí mismo un posible riesgo epidemiológico, a pesar de los cuidados que tenga. Vale la pena recordar que la prevención en ese sector vulnerable de la población posee dos frentes; la protección que aportan los padres y la protección que aporte el personal de las escuelas. Sin embargo, la renuencia de padres y profesores a efectuar labores que no son de su competencia hablan fuerte de la necedad en negar el piso frágil en el que caminarán sus hijos.

El hacinamiento humano, la limpieza hecha con mal gana, el suministro de recursos básicos de higiene y la demagogia de la burocracia se pueden combinar en un perjuicio grave de salud pública en el que ciudadanos y autoridades tendrán la culpa por igual.

La Secretaría de Educación Pública y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se están cubriendo la retaguardia, en especial la antológica maestra que no pierde el tiempo en tonterías y opta por apalancar a los buenos congresistas que se deben a su poder y a cobrar las facturas políticas que los “grandes” tienen que pagarle so pena de unos balazos demagógicos amigos.

Es honesto. Padre y Madre de Familia, Directores, Profesores, Trabajadoras Sociales y el pleno del engranaje laboral de las escuelas, no deben de relajar las medidas de prevención y habrá que hacerse a la idea de que este virus, como muchos más que irán surgiendo en el futuro, llegó para quedarse, para que aceptemos lidiar con esa desventura y doblar esfuerzos para proteger a nuestra especie.

Si reducimos toda la palabrería empleada por los especialistas en prevención, el sumo es simple: cumplir los hábitos higiénicos que siempre hemos sabido e inculcarlos en la niñez y la juventud.

Haciendo cada uno la parte correspondiente no tiene razón imaginar desgracias, mas tomado a la ligera, el saldo es aterrador.

Piense y Actúe.

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