POR: Marcia Trejo
El refranero popular es un cúmulo de enseñanzas filosóficas de primera mano. Rebosantes de una visión elemental del universo, los dichos nutren el discurso cotidiano con el pensamiento lapidario de quien lo ha visto y comprendido todo. Sin embargo, ¿dónde nacen?, ¿qué universalidad les otorga el consejo?, ¿a qué exactamente se refieren?. He aquí algunas respuestas.
¡Como Pedro por su casa!
Esta expresión surge en el sitio y toma de Huesca por Pedro I de Aragón en el año 1094, en donde el rey entró al sitio como su casa que era. La frase quedó en la región, convirtiéndose en un dicho popular que se aplica a los entrometidos que se meten en asuntos y casa ajena.
En martes ni te cases ni te embarques
Esta superstición data del tiempo de los romanos en que este día se encontraba consagrado a Marte, dios de la guerra.
Ir por la lana y volver trasquilado
En la antigüedad a los blasfemos se les castigaba trasquilándoles de cualquier modo, de tal forma que quedaban expuestos a la vergüenza pública por ser evidente su pena. Se decía que volvían trasquilados.
Existe otra versión que hace referencia a las ovejas que se juntaban con otro rebaño que no era el suyo y regresaban después trasquiladas.
Se le fue el santo al cielo
Su nacimiento se atribuye a un predicador que estando en pleno sermón se le olvidó el santo del día cuyas glorias se proponía resaltar. Es por ello que esta frase se utiliza cuando alguien pierde el hilo de una conversación o sufre un lapsus.
Pasar la noche en blanco
Esta expresión se utiliza para decir que se ha pasado la noche sin dormir. Proviene de que antiguamente cuando algún joven iba a ser armado caballero de alguna de las órdenes religioso-militares de la Edad Media, tenía el deber de velar sus armas durante la noche, misma que pasaba orando vestido únicamente con una túnica blanca para significar su pureza.
Poner los puntos sobre las íes
Se recurre a ella cuando se quiere dar a entender que las cosas deben dejarse muy claras o que necesitan corregirse.
Su origen se remonta al siglo XVI, cuando se adoptaron los caracteres góticos en los escritos de importancia y a los copistas de aquel entonces les resultaba frecuentemente difícil distinguir la u de dos íes seguidas, por lo que se acordó ponerles punto a estas últimas. No a todos les agradó la idea por juzgarla un tanto quisquillosa y en ese sentido empezó a usarse la frase.
Salvarse por los pelos
En 1809 se publicó una orden en la que se obligaba a los marineros a cortarse el cabello. La situación provocó airadas quejas ya que, en numerosas ocasiones, en momentos difíciles o en un naufragio, muchos marinos habían conservado su vida por ser salvados por los pelos. Se consideró tan razonable la propuesta que la orden fue derogada. La expresión ha permanecido y describe cuando uno se salva de un peligro en el último instante.
Mantenerse en sus trece
Significa persistir con obstinación en un propósito o idea. La expresión nace como consecuencia de la actitud del obispo don Pedro Luna quien fuera elegido Papa durante la época del gran cisma. Don Pedro, que tomó el nombre de Benedicto XIII, no renunció jamás a su tiara, ni se dejó persuadir de que no era el verdadero Papa y los emisarios enviados desde Roma regresaban siempre repitiendo que en su retiro de Peniscola, él seguía manteniéndose en sus trece, aludiendo al número que le hubiera correspondido como Papa.
Despedirse a la francesa
En el siglo XVIII se puso de moda en Francia la costumbre de ausentarse de una fiesta sin despedirse ya que se consideraba de pésimo gusto interrumpir una agradable charla o reunión. De esta manera, se ponía de manifiesto que en realidad no existía tal ausencia y que en espíritu se continuaba estando ahí. La costumbre fue desechada pero la frase sigue repitiéndose cuando el caso sucede.
Hay moros en la costa
Durante muchos años las costas del Mediterráneo sufrieron ataques constantes de los moros o corsarios berberiscos. Los puntos más expuestos de los acantilados, tuvieron que buscar la forma de rechazar efectivamente las agresiones de que eran objeto, por ello se construyeron torres y murallas en las que se situaban vigías que, a la menor señal de peligro, daban la alarma: “Hay moros en la costa”. Lo que fue un grito de alarma ha pasado a convertirse en una advertencia para indicar que no deben cometerse indiscreciones o hablar en demasía.
Lágrimas de cocodrilo
Esta expresión surge de la creencia de que los cocodrilos lloran después de haber devorado a sus víctimas.
Ponerle el cascabel al gato
Suele utilizarse cuando se desea dar a entender que resulta muy difícil llevar a cabo una acción y su origen es una fábula muy conocida.
¿Quién te ha dado vela en este entierro?
Es muy probable que su génesis se encuentre en los entierros en los cuales se entregaban velas a los amigos de la familia o del difunto. Por lo cual, aquellos que sin serlo recibían una vela, podían considerarse entrometidos.
Tener muchos humos
Se utiliza esta frase para referirse a la gente que alardea en exceso. Su origen se remonta a la época de los romanos y particularmente a su costumbre de rendir culto a los antepasados. En un lugar de la casa, las imágenes de los predecesores aparecían como el más preciado de los bienes. Con el correr del tiempo, estas figuras se ennegrecían a consecuencia del tipo de iluminación; las más oscuras debido al paso del tiempo y a la acción del humo eran precisamente las más antiguas, y servían para demostrar que el linaje del dueño de la casa se remontaba mucho tiempo atrás.
¡Vete a la porra!
La porra era un bastón enorme, labrado y adornado con un puño de plata, que usaba antiguamente el tambor mayor de los regimientos cuando acampaban las tropas. Se clavaba en un lugar determinado y, cuando algún soldado debía ser castigado, se le enviaba a cumplir su arresto en el lugar donde se encontraba la porra. Hoy se utiliza cuando queremos deshacernos de alguien molesto.
Palos de ciego
Cuando se busca la solución a un problema utilizando varias formas, ya sea por ignorancia o por su dificultad, se suele utilizar esta frase. Su fuente se remonta a la época de Alfonso VII cuando se acostumbraban unos festejos que gozaban de gran popularidad por incluirse en ellos el espectáculo de dos ciegos armados de gruesos garrotes y rodeados de cerdos. Los invidentes debía localizar uno de los animales y matarlo a palos, con lo cual el cochino pasaba a ser de su propiedad. La “diversión” eran los errores de los sujetos y los golpes que se daban entre sí.
Cría cuervos y te sacarán los ojos
En cierta ocasión que el condestable de Castilla don Álvaro Luna se encontraba de cacería, encontró a un ciego que en lugar de ojos ostentaba dos viejas cicatrices. Don Álvaro con gran interés y compasión preguntó al hombre si había estado en la guerra; a lo que el aludido contestó: “No señor, las heridas de mis ojos no son heridas de guerra, sino de ingratitud”. Y contó a los presente su historia: habiendo encontrado un pequeño cuervo en el monte lo crió por espacio de tres años, llenándolo de atenciones y cuidados, sin embargo, cierto día en que lo estaba alimentando, el cuervo se le echó encima y le arrancó los ojos. Don Álvaro se volvió a sus compañeros y dijo: “Ya habéis oído, caballeros; criad cuervos para que luego os arranquen los ojos.”
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