sábado, 7 de abril de 2012

CURIOSIDODOS: LAS ESCRITURAS DEL PALACIO NACIONAL

POR.- LA REDACCIÓN DODO

Para muchos compatriotas esta nota resultó ociosa. Sin embargo, entre líneas confirma baste de lo que sabemos caracteriza nuestra idiosincrasia.

Después de varios siglos, por fin, los mexicanos recibimos una copia de las escrituras de nuestro Palacio Nacional que, tampoco se crea, nos preocupaba tanto.

Dice la Historia que El 20 de enero de 1562 Martín Cortés, hijo del conquistador Hernán Cortés, firmó con el rey Felipe II la compra-venta de unos terrenos y unos edificios llamados Las Casas Nuevas de Moctezuma, en los que hoy se ubica el Palacio Nacional, en el Zócalo de la Ciudad de México.

Lo que son las cosas, desde 1527, cuando se estableció la primera Audiencia de México y luego entre 1531 y 1532 en que se estableció el virreinato de México, no existía ninguna sede en la que los miembros de dichos organismos pudieran trabajar.

Hasta ese momento el propio Hernán Cortés les había dejado operar en sus propios edificios, primero en Casas Viejas, donde en la actualidad está el edificio del Monte de Piedad, y luego a las Casas Nuevas. Así que el monarca pensó que era conveniente que se adquiriera un edificio y unos terrenos para que se instalara el Palacio del virrey y la sede de la Audiencia Nacional.

Es decir que ¡treinta cinco años! después de la inauguración de la administración pública, a España como que le cayó el veinte de la pertinencia de tener edificios propios que albergaran al poder.

Consciente de que Martín Cortés había heredado esos edificios de su padre, a quien a su vez, se los había dado el rey Carlos V por su aportación a la Conquista, le pidió que se los vendiera. Y el hijo del conquistador accedió.

La operación tuvo como testigo al notario Cristóbal de Riaño, que elaboró un documento de 11 páginas que fue firmado por ambos y en el que se estipulaba el precio: 34 mil castellanos, que era la moneda de la época. Una buena suma de dinero.

El edificio se convirtió en sede del Virreinato Novohispano y de la Audiencia de México durante más de dos siglos y medio, hasta que, con motivo de la Independencia mexicana en 1821, además de pasar a ser bienes propiedad del gobierno mexicano se transformó en Palacio Nacional.

Políticas aparte, nunca se cuestionó la propiedad legal del inmueble y es así que en pleno siglo XXI, a través de los buenos oficios de un especialista, primero se pudo localizar el documento y, después, efectuar el procedimiento legal para tener una copia certificada de la compra-venta correspondiente.

Asunto que es común en un país en que se da por sentado todo, a menos que alguien tenga la gentileza y el espíritu de probar lo contrario.

De esta manera, el notario del Archivo General de Protocolos, Luis Rueda, entregó a la encargada de Negocios de la embajada de México en Madrid, Francisca Méndez, la copia del acta certificada de dicha escritura de compra-venta que se conserva en perfecto estado.

Según el director del Instituto de México, Jaime del Arenal, eso se debe a que el papel del siglo XVI y XVII es mucho mejor que el de los siglos XVIII, XIX y XX porque es papel de trapo y no de madera. Y además de ser perfectamente legible para quienes conocen la paleografía, no tiene humedad, ni daños.

Precisamente fue Del Arenal quien inició la búsqueda del documento al que considera "la escritura de nuestra casa, el Palacio Nacional". Primero pensó que estaría en el Archivo General de Indias que está en Sevilla (sur de España). Pero luego se dio cuenta de que al ser un documento de un acto privado y no público, estaría en el Archivo General de Protocolos Notariales de Madrid, como así fue

En suma, de no ser por el interés de este señor, las escrituras del Palacio Nacional seguirían durmiendo en sueño de los justos, a menos que, eventualmente, tuviéramos la necesidad de buscarlas, sólo para darnos cuenta que no las teníamos y que tampoco sabíamos dónde podían estar.

Y que conste que estamos hablando del Palacio Nacional y no de los cientos de edificios públicos antiguos que, bien a bien, nadie sabe su status jurídico.

Así nos las gastamos.

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