Por. Raúl Gómez Miguel
Después de que los Dodos en pleno vieran en sus programas favoritos de televisión las obra maestras de la propaganda política nacional en cuanto al discurso infinito de la democracia y sus actores, no comprenden por qué tanta alharaca.
Las piezas en cuestión, que son ejemplos destacados de lo que no debe hacerse en propaganda son esgrimidas como razones para que las autoridades electorales, las televisoras, partidos políticos y candidotes se pongan a pelear por espacios que no merecen, que pagan con dinero ajeno y que además entorpecen el libre tránsito del entretenimiento idiota de la televisión abierta.
Lo que deberíamos hacer los ciudadanos Dodos es protestar por que pongan en bloque esperpentos de comunicación masiva que mezclan condones, nacionalismo, tarjetas de identificación y hasta una niña chef cocinando al PRD, que además son eternos como la cuaresma, cuando existía, y que me convencen de apretar el control remoto y a otra cosa mariposa.
La danza de los millones y los sombrerazos de los indignados son expresiones ridículas de profesionales que asumen que la caja idiota les dará el posicionamiento y el triunfo electoral cuando en las calles del país ni quién sepa que diferencia existe entre revoluciones y acciones o la rémora de los tiburones de agua dulce de la polaca toltequita.
Y que conste que no esto es culpa de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sino de la bola de jijos de su mal dormir que han hecho de ella un collage de remedos y remiendos tan horrendos como los que hacen los “pintorazos” que beca el régimen.
Se extrañaron los tamales, por ser día feriado, pero más se extrañan aquellos días en que los gobernantes no eran tan cínicos y tenían un poco de decoro para honrar la Carta Magna de 1917 que finalmente nos diera el rostro jurídico que nos mantiene en pie. Pero esa es otra historia, lo de hoy es que los comerciales propagandísticos los debían de mandar a la hora cero, de cero raiting y santas pascuas.
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