POR: Adaní Vázquez
Jesús todopoderoso bajó del metro. Sentía la túnica toda pegada al cuerpo y le dolían los dedos de los pies por tanto pisotón. ¡Ay, Jesús!, pensaba, te equivocaste al pensar que sólo por ser tierra de fieles te iban a dar el lugar. El asiento en el vagón es lo que la Santísima Trinidad: sagrado y sólo algunos lo alcanzan a tocar.
Subiendo por las casi infinitas escalinatas Jesús estuvo a tres de elevarse. Sus piernas no podían más, pero qué diría su padre si lo viera (que, de hecho, lo hacía), así que sólo subió, como todo un mortal, así, sin quejarse demasiado.
Ya fuera de los torniquetes se compró un agua de jamaica baja en calorías, con todas las propiedades del ingrediente activo de la oligofructuosa, que previene el cáncer y algunas enfermedades degenerativas, ¡vaya pendejada!; el libre albedrío no le viene bien a todos.
Jesús tomó un taxi y se dirigió a la parte suroeste de la ciudad. Los 25 minutos con 16 segundos y 8 milésimas que duraron el trayecto (Jesús es fanático de contabilizar cualquier cosa, cualquiera) el taxista se dedicó a monologar, le explicó a Jesús el calentamiento global, el porqué del fracaso de la selección nacional de fútbol, y cómo una vez Jesús todo poderoso le hizo la parada en barranca del muerto y le regaló dos roscas de reyes para sus hijos, chistoso, ya cualquiera que tenga barba le adjudican milagritos. Jesús cerró los ojos tenía poco qué decir, porque cuando se ha visto todo, ¿qué se dice?
Jesús caminó por la calle de Ámsterdam hasta llegar al parque, se quedó un rato alimentando a los patos. Le gustaba ver como las piedritas que aventaba al lago, de pronto se convertían en pan. Se mojó un poco los pies en el agua y se acordó de cómo se siente caminar sobre ella, se sonrío y de pronto el sol brilló un poquito más. Jesús le puso atención a su respiración, al paisaje, a los patos, a las personas, algo le robaba el pensamiento, era música. Caminó hacia ella, le parecía muy familiar, pasó una calle, otra y otra más; después de 9226 pasos se encontró afuera de un bar, “El Averno. Viernes, noches de karoke”, Jesús miró al cielo, “Ay papá, luego preguntas de dónde saco mi sarcasmo y mi delicado sentido de la ironía”. Pagó su cover, cualquier lugar donde se escuche a los Doors bien valía la pena. Spanish Caravan, se escuchaba en aquel bar, la mejor interpretación que Jesús había presenciado. Un innombrable solo de guitarra, hizo estremecer cada fibra metafísica del universo, Jesús aplaudió 357 veces, (Jesús también es aficionado a los años psicodélicos) hubiera gritado eufóricamente por aquel interprete, pero al ser Buda el alma rockstar del lugar, no hubiera sido apropiado.
Buda abrió los ojos y le hizo una pequeña reverencia sonriente a Jesús que le aplaudía desde la mesa. Buda entregó la guitarra y el micrófono al cantante en turno, bajó de la tarima, se acercó a la barra y pidió dos tragos. Dos vasos de agua llegaron a la mesa; “Anda, hazlo, hace tanto que no te veo” dijo Buda, Jesús metió ligeramente su dedo meñique al vaso y entonces el agua se convirtió en vino, y no cualquier vino, vino de origen celestial, cava Dios Todo Poderoso. Buda y Jesús brindaron por el grato rencuentro que les llenaba de felicidad.
Hablaron de música, comentaron alguno que otro universo, llegaron a ese punto donde algo que se dice causa mucha risa para después caer en un silencio profundo y una mirada perdida. Buda cortó el silencio “Tengo una buena, ¿cuál ha sido tu mejor creación?”, “Mmmm, por mucho, la mejor, ha sido la imaginación”, ¡claro!, sin imaginación nada de nada existiría, porque nadie hubiera podido imaginar la música, la pintura, los sentimientos, las matemáticas, las casas, las palabras, nada, seríamos totalmente planos, sin chiste.
Buda le dio un trago a su vaso de vino, miró a Jesús profundamente y se río, de la misma forma en la que uno se ríe cuando es el único que sabe la respuesta. “¡NO!, me niego”, dijo Jesús apuntale a Buda con el dedo, “¡Ay!, qué te cuesta, una, hagamos una y ya”, “La ultima vez que lo hicimos casi acabamos con la humanidad”, dijo Jesús, “Naaa, una pequeña guerra nada más”, “Sí, y ¿todo porque?, ¡por una mujer!”, “La segunda mejor creación, hay que admitirlo” se adelantó Buda a decir, y los dos brindaron por eso. Buda se acercó a Jesús, “Vamos imaginemos un amor, uno pequeñito, y a ver qué sale...uno chiquito”, Jesús lo miró fijamente, “Mmmmm, ¿chiquito?, ¿tragedia o comedia?”, “Eso lo decidimos de camino a cenar, yo invito”. Buda jaló a Jesús y los dos salieron del bar, dispuestos a crear algo con la única intención de jugar.
Llegaron al mejor lugar para imaginar amores, una cantina. Empezaron a hablar, uno decía algo y el otro respondía. Imaginar amores es como jugar ajedrez, uno plantea una situación, y el otro contraataca dándole un giro a la historia, sólo que en este juego nadie gana. Pidieron de comer, de beber, jugaron dominó, cartas; Buda y Jesús se sumergían cada vez más en el juego. “Él nacerá mosca, mientras ella es mujer”, “Pero, morirá el mismo día de conocerla y en su próxima reencarnación...” “¡Será caracol!”, “Que morirá aplastado a los pocos minutos por un ejecutivo que camina apresurado por la calle y entonces reencarna en hombre”, “Sí, pero en una confusión metafísica, de plano astral él reencarna antes de que ella nazca, entonces...”, “Entonces un día se encuentran y saben muy adentro, que en muchas partes, en muchas vidas ya se habían visto...” ...
3 comentarios:
Uou... es brillante!! Felicidades, no sé qué más decir, me quedé sin palabras.
Somos pequeños,pero aun siendo juguetes del destino,llevamos lo divino en nuestra esencia.
Bella historia de tantos amores similares pero diferentes.
Algunos nos topamos con la fortuna de buenos argumentos...en nuestra vida.
Excelente.....
Es increíble la sensación que tiene uno cuando tiene una idea que vale la pena ser esrita, cuando tecleamos la ultima letra y nos sentimos saciados de aquella necesidad abstracta que nos comía el estómago, pero sin duda nada es comparable a la sensación que tengo cuando alguien, que no se sea yo, lee mi escrito, lo comprende, lo piensa...
Muchas gracias por leer.
Adaní
Gracias a los dodos por darme los espacios para seguir sintiendo-
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