miércoles, 17 de marzo de 2010

A TÍTULO PERSONAL: INVICTUS

Esta es una época de prueba para México y los mexicanos; los verdaderos, no los traidores, asesinos y canallas.

Hoy, El ÚLTIMO DE LOS DODOS quiere compartir un instante de reflexión y autocrítica para seguir adelante y no rendirse.

Siglos atrás, LOS DODOS aprendimos, casi con nuestra extinción, que a pesar de que a primera vista no parecemos guerreros imponentes, sabemos pelear hasta el fin por nuestros ideales, y téngalo por seguro que lo haremos.

Simplemente, ahora al contemplar tanta sangre y destrucción en el país, necesitamos recordar una oración que nos inspire la justicia.

Va una historia.


William Ernest Henley nació en 1849 en la ciudad inglesa de Gloucester, y siendo niño padeció tuberculosis, de la que se recuperó en Edimburgo, aunque sufrió la amputación de una pierna.

En Edimburgo Henley comenzó a escribir poemas y se hizo amigo íntimo de Robert Stevenson, el autor de “La isla del tesoro”, que lo usaría como inspiración para el personaje del pirata John Long Silver.

Henley y Stevenson escribieron cuatro obras de teatro juntos: Deacon Brodie (1880), Beau Austin (1884), Admiral Guinea (1884), y Macaire (1885).

William Ernet Henley fue critico y editor de la Revista de Arte (1882-86), y del Scots Observer desde 1889. En 1891 dicha revista se transformó en el National Observer y fue transferida su sede a Londres, desde donde continuó publicándose, siendo Henley su editor.

La revista tuvo una indiscutible importancia en la literatura en inglés de la época, pues en ella publicaron sus textos definitivos Thomas Hardy, Sir James Barrie (el creador de Peter Pan), George Bernard Shaw, H. G. Wells o Rudyard Kipling. Junto a T. F. Henderson, Henley cuidó la edición centenaria de los poemas de Robert Burns.

William Ernest Henley ha pasado a la historia de la literatura inglesa por ser el autor de un poema incluido en el que fue su último libro, In Hospital, publicado en el mismo año de su muerte, ocurrida cerca de Londres en 1903.

El poema se tituló “Invictus” (escrito en el año 1875), y es el poema que Nelson Mandela se repetía a sí mismo en el largo cautiverio por la defensa de la justicia de la comunidad de color en Sudáfrica, dominada por el apartheid.

INVICTUS

Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.

Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul.



INVICTUS

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.

Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

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