viernes, 6 de noviembre de 2009

MARASSA: UNA CANCIÓN DE AMOR

Es la vieja historia: una guitarra, una vuelta de blues, la mujer ausente y el canto triste de las promesas incumplidas. Esta madrugada Raúl Gómez Miguel se sienta al borde de una ventana, y escribe una melodía dedicada para los corazones rotos y a tragos de bourbon le pide al tiempo que vuelva y no sea sólo el recuerdo del perfume de unos cabellos la evidencia que aun tiene redención.

CANCIÓN DE AMOR

Desde las cuatro estoy despierto,
sin poderte disipar de mi pensamiento.
A mi lado, cajetillas de cigarros.
Tu foto en un rincón está tirada,
o simplemente resguardada de mi furia desatada.

Es mi cuarto la prisión de la Muerte,
coexisten la tortura y la vejación,
y en donde impregno mi cerebro
con veneno que produce
pesadillas instantáneas
que fortalecen tu recuerdo.

Tu sombra acaricia mis cabellos.
Hablando estoy de tonterías.
Quisiera enredarme en tus brazos,
ocultando el temor a una soledad inexistente.

Amanece como diariamente,
sin embargo esta vez, me es diferente
porque en cada rayo de sol he visto tus dedos,
que quieren arañarme y reventarme los ojos.

Desde las cuatro estoy despierto,
sin poderte ocultar que aún te quiero
y escudado por mis sábanas
quiero evitar que roce tu piel mi cuerpo.

Oblígame a esperar el abrazo
que tomará para siempre mis sentidos.
Aún me esperas gran dama de la noche,
aún me esperas ¡Oh, Muerte!.

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