POR.- EL DODO DE GUARDIA
Las cuentas no salen y los resultados de los espectáculos del Bicentenario tampoco. Que fueron vistosos, eso que ni que, la bronca es que, sumando y restando, el total no cubre el aspaviento. Está bien que el amor a la Patria no tenga precio, pero recordemos que el objetivo central de la Independencia era disminuir las brechas sociales.
Con 57 millones de personas en la pobreza, 12 millones sin servicios de salud y 18 y medio millones que apenas y la libran, y el hombre más rico del mundo, como que el canto de la unidad nacional y el orgullo de ser mexicanos sonó a cantaleta de posadas.
Cincuenta mil personas seleccionadas previamente estuvieron en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México y escucharon el gemido de Felipe Calderón, quien perdió la oportunidad de pasar a la Historia como un mandatario digno, íntegro y acorde a los retos nacionales, a cambio, le rodeó el halo de la traición, el asesinato y la usurpación. Definitivamente no fue el PRESIDENTE que necesitamos.
Afortunadamente, en lo que cabe, la noche del Grito tuvo saldo blanco y no hubo desgracias mayores que lamentar. Esto se debe en gran medida a que la ciudadanía tomó las providencias del caso y evitó excesos peligrosos.
El Paseo de la Reforma y los escenarios montados cumplieron puntualmente su papel, fueron saturados de una multitud sedienta de diversión y de un malentendido nacionalismo.
La cobertura mediática larga y aburrida evocó los viejos tiempos del priísmo y la subordinación al Poder Ejecutivo. Una repetición constante de imágenes y el cuidado sensible a no poner a cuadro situaciones comprometedoras, como la trifulca entre reporteros y ¡bailarinas! en la Plaza Mayor, hicieron de las horas un cuento largo.
Todavía falta saber que negocios turbios guardaron los 27 millones de ejemplares (con carta de Felipe Calderón) de “Viaje por la historia” de Luis González y González que regalará el gobierno y que, según Andrés Manuel López Obrador, posibilitaron un desvío de recursos.
Los medios internacionales insistieron en mostrar al mundo la situación de riesgo que vive México y, aunque narraron los eventos del Bicentenario, resaltaron el clima de inseguridad que se vive, además de un frustrado atentado en Cancún.
Y vuelve la chiva al monte, entre el jaleo de la fiesta y la instalación de la seguridad pública, el caso de los periodistas liberados en Durango, saltó a la palestra, aduciendo que la operación en sí fue un montaje.
Ante esa duda y otras de similar origen, la ciudadanía pregunta ¿cuál es la urgencia: convencer de la eficacia de la policía o ganar raiting con singulares reality shows?
La ceremonia del grito pasó sin pena ni gloria, dejando a los mexicanos netos el espíritu de su amor real al país que los vio nacer. Honestamente fueron tantos meses de preparativos, que el numerito quedó chico.
Queda el Centenario de la Revolución Mexicana, que por razones obvias de propaganda política es inconveniente al partido en el poder. Veamos cómo resuelve el calderonismo la trascendencia del levantamiento armado de 1910 y que efectivamente dio origen al México moderno sin aceptar la herencia histórica que le permitió llegar a la Presidencia.
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