sábado, 26 de septiembre de 2009

PINCHE Y PINCHE DISCOS: ABBEY ROAD

Por.- El DODO DJ

El viernes 26 de septiembre de l969, fue lanzado en Inglaterra el último Larga Duración de The Beatles: “Abbey Road”, titulado con el nombre de la calle donde a la fecha se encuentran los Estudios de Grabación de EMI, casa donde se grabaron las piezas de la discografía de los legendarios hijos predilectos de Liverpool.

En el lanzamiento inicial, el álbum estuvo únicamente a disposición en estéreo consiguiendo un sonido bastante interesante en una época llena de experimentos auditivos. La programación de las canciones fue: Lado A.- Come Together, Something, Maxwell Silver’s Hammer, Oh!Darling, Octopus’s Garden, I Want You (She Is So Heavy); Lado B,- Here Comes The Sun, Because, You Never Give Me Your Money, Sun King, Mean Mr. Mustard, Polythene Pam / She Came In Though The Bathroom Window, Golden Slumbers / Carry That Weight /, The End, Her Majesty.

Aunque por cuestiones de mercadotecnia, “Let It Be”, es el último título de los discos originales del cuarteto, “Abbey Road” es el proyecto final de la creatividad artística de los músicos y una despedida inmejorable del hombre detrás de las máquinas, George Martin.

El disco en sí es un puñado de buenas canciones y, para muchos, un “Sargento Pimienta II”.

Con una propuesta primitiva a llamarse “Everest”, “Abbey Road” inicia con “Vengan Juntos”, un rock duro alegórico a los juegos de palabras típicos de John Lennon y una estructura “groovie” como invitación a dejarse ir a la belleza de “Algo”, composición de George Harrison, calificada por Frank Sinatra como la mejor canción de amor por él conocida sin el habitual “te amo”. El martillo de plata de Maxwell es una composición equilibrada de la dupla Lennon-McCartney centrada en un asesino serial y el posible humor negro legado por sus crímenes, “¡Oh querida” es una obra de Paul McCartney y cantada por él, a pesar de la obstinación de Lennon para llevar la voz principal. “El jardín del pulpo” es el aporte de Ringo Starr al acetato mediante una creación infantil, pegajosa y lista para su ingreso a las parodias de los Muppets o Plaza Sésamo. Cerrando la primera parte del viaje, regresa Lennon con “Te deseo (ella es muy pesada)”, donde en una especie de improvisación se aterriza un blues eléctrico, pesado con una profundidad de texturas pocas veces presentes en las primeras tomas del “booksong” de John; honestamente, un demoledor reclamo sexual del hombre por una mujer, aun y esta sea Yoko Ono.

La segunda etapa del “trip” es lo más cercano al “Sargento” pero sin la genialidad de este. Por necedad de Paul McCartney, las canciones y los popurrís parecen no estar terminados o carecer de un perfeccionamiento en la composición y, salvo “Aquí viene el sol” y “Porque”, firmadas por Harrison y Lennon, respectivamente, el resto es un compendio de melodías y letras buenas débiles en el encanto de atracción popular. Aun el seudo sólo de batería de Ringo, bastante limitado por cierto, es un fugaz chispazo de la gloria posible, de haberse hecho en otro tiempo.

En esos días la crisis interna de la asociación musical estaba en pleno auge. La presencia de Yoko en el estudio de grabación y sus intervenciones en la toma de decisiones de la banda, gracias al encandilamiento sentimental de John; las pugnas por el dinero y los negocios de Paul; el hartazgo del papel secundario jugado por Harrison, a pesar de la calidad indiscutible de sus propuestas; y la nulidad de Ringo en la lucha de titanes repercutieron en el disco y, el sostén estándar de la marca, dista de ser un refrendo de su liderazgo en la década.

“Abbey Road” es un anticipo de la fragilidad del sueño y de cierta perdida de rumbo por parte de los Beatles en el futuro solista, rescatados limpiamente por el impávido productor George Martin para brindar al público nuevos éxitos y una continuación del linaje, el concepto concluye en un canto de cisne esperado por anticipado.

Cuarenta años después, el álbum sigue siendo un trabajo de altas y bajas, sin importar la manita de gato dada por la colección “Remasters”, pues, estas nuevas mezclas no fueron hechas por Martin y el equipo involucrado abrillantaron el sonido, sacrificando la rigurosidad del tiempo.

En lo personal, para completar el periodo 66-70 es indispensable tener este título, sin embargo, resulta prescindible frente a otros larga duración de los Beatles. No obstante, hay quienes adoran “Abbey Road” y sueñan repetir la famosa portada fotografiada por Iain Macmillan cruzando la afamada calle.

En cuanto a lo expuesto técnicamente invito a los interesados a escuchar un CD convencional del álbum y después compararlo al remaster. Se darán cuenta de una mejora sustancial del audio, sin embargo, la mezcla de Martin es un ingrediente decisivo y ausente. No en balde, el señor es la columna vertebral del discurso fonográfico de la leyenda y una ausencia pesada en la reconstrucción del mito.

Tarde o temprano, se regresará la preservación histórica de los masters de los Beatles tal y como Martin los acabó, precisamente por la perfección total de su trabajo. No se cambia la historia por decretos de ventas. O, así lo sostengo yo.



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