lunes, 28 de septiembre de 2009

EDITORIAL: CULPANDO A LOS JÓVENES

De un tiempo acá, los inducidores de la, dizque, opinión pública nacional han filtrado datos reveladores sobre el cambio generacional de la delincuencia, orquestando una serie de pronunciamientos académicos del ingreso prematuro de los jóvenes al crimen organizado, subrayando causas de libro de texto y de línea mitotera.

1.-Los imberbes criminales son producto de la tensión social y la impunidad.- Cierto, si éstas no fueran fomentadas, solapadas y defendidas a muerte por los adultos responsables de frenarlas, es decir, si los adultos no nos comportáramos como trogloditas mariguanos y asumiéramos nuestros derechos y nuestras obligaciones, en vez de condenar al destino. Se está detectando el síntoma pero no la enfermedad. No deseamos la tensión y la impunidad social, trabajemos para abatirla y no demos ejemplos al estilo de las autoridades y los representantes populares, llenos de palabras y acobardados en la acción. La tensión y la impunidad son nuestros engendros, no se les achaquemos a quienes son sus víctimas.

2.- El incremento del consumo de drogas y alcohol avientan a los menores de edad al delito.- Como si por arte de magia las sustancias de alteración de conciencia aparecieran en el mercado y los chicos las consiguieran. Siempre, detrás del vicio hay adultos beneficiándose de la tragedia. Productores y distribuidores no van a perder inversiones por tocarse el corazón y pensar en la inocencia robada. Sin contrar las estrategias de mercadotecnia y publicidad correspondientes. Por otro lado, uno de cada siete mexicanos es alcohólico, sin embargo, los programas anti vicio son por encimita. No se vayan a caer los millones por falsos escrúpulos. Las drogas y el alcohol son tan viejos como la humanidad y, no obstante, no deseamos reflejarnos en esos espejos para no ver la cara de complicidad colectiva en el fomento y abuso de esas sustancias. Los adultos, nuevamente, no hemos sabido transmitir educación, cultura y valores sólidos frente a la tentación del exceso. Se supondría un impulso de los padres a la protección, desgraciadamente son ellos los primeros en darle la vuelta al toro y refugiarse en la bendita oscuridad de la ignorancia del proceder de los vástagos.

3.- La frustración en la escuela y el trabajo seducen a los nuevos mexicanos por la mala senda.- La contradicción política y social de México es crucial en este supuesto. Una nación expuesta al dominio de un sindicato de trabajadores educativos subordinado a los caprichos de una inteligencia privilegiada, estilo la Maestra Elba Esther, y una Secretaría de Educación metida en abultar cifras, despilfarrar recursos y alcahuetear al Ejecutivo, es una nación condenada a la ignorancia formal. Los alumnos acuden a las aulas a desaprender y no a comprometerse con ideales caros a la superación personal. Por ende, moldeados en la mentalidad del fracaso, al abandonar la escuela y procurarse un trabajo digno y legal, se topan con propuestas de explotación y salarios risibles por no tener experiencia o los conocimientos indispensables. ¿Quiénes ganan? El estado de cosas dominado por adultos necios a dejar el lugar en la ordeña de sus intereses. El saber es algo peligroso en un colectivo acostumbrado a hacer su real gana. Por ende, no fomenta plenitud, sino insatisfacción hiriente.

4.- Los actuales infractores de la ley son más crueles y sanguinarios.- Por supuesto, el delincuente evoluciona o involuciona según el entorno a partir de una simple consideración de supervivencia. Las escuelas del crimen cambian para estar a tono a los tiempos. Los mensajes entre delincuentes suben de tono para intimidar, obtener respeto y una ganancia absoluta de la acción. Torpemente, lejos de comprender esa dinámica, los adultos no espantamos con el petate del muerto y, tratando de ser políticamente correctos, suavizamos los castigos y hasta compensamos al criminal con el respeto a sus derechos humanos sin pensar en el horror de los abusos. No podemos compararnos con las bestias dicen. Es muy sencillo lavarse las manos y apuntar a los jóvenes de una responsabilidad propia, ignorando la enorme contribución de la desidia y la indolencia adulta por los problemas de los críos, y turnando la bolita a los incautos. Las leyes deben de ajustarse para quitarle al delito la rentabilidad.

5.- La obligación de los adultos no se limita a dar casa, vestido, sustento y educación, va por la lucha franca contra gente de nuestra misma edad o mayores, acomodados en espacios de poder propicios, dedicados a extirparle a la juventud imaginación, convocatoria y rebeldía constructiva. No confudamos brecha generacional con alineamiento a lo establecido por los enemigos del país.

6.- En honor a la civilización y la tecnología, los adultos disponemos de muchas innovaciones maravillosas para enajenar a los menores y alejarlos de la creación de problemas, debilitando habilidades propias de solución y burlando la percepción de las cosas.

7.- Hay un patrón extendido de limitar a los jóvenes a la obediencia o al enganche evasivo como impedimento de sus capacidades de transformación. Estamos reduciendo a México a un país de adultos acomodaticios y peleles, y de jóvenes presos en una sociedad desmoronándose.

8.- Carecemos de caudillos para una revuelta popular y ponemos como carne de cañón a los adolescentes en una batalla que nos corresponde. Somos los adultos quienes deberíamos ejemplificar las virtudes prohibidas en los jóvenes, lejos de cruzarnos de brazos y quejarnos por la peligrosidad juvenil.

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