viernes, 18 de septiembre de 2009

AD: RELACIONES PÚBLICAS A LA MEXICANA

Por.-La Redacción

Como Dios les dio entender, es decir, al a ver qué sale, la Secretaría de la Defensa Nacional hizo cambios interesantes en el desfile militar del 16 de septiembre pasado.

Consciente, o al menos enterado, del rechazo generalizado por la conducta demostrada en varias entidades del País y la presión de los defensores de los Derechos Humanos, el Ejército eligió a las mujeres como el contingente líder de la marcha y hábilmente, este detalle, bajo la guardia de quienes esperaban una resbalón para írsele al cuello. Las damas, demostrando un orgullo por su género y por sus labores castrenses, se ganaron la ovación de los asistentes y, efectivamente, una reflexión de la importancia alcanzada por las féminas en un campo tenido como masculino, y una evocación de las mujeres guerreras que ha dado nuestra Patria.

Discretamente empezaron a correr playeras blancas en apoyo a los militares, dirigidas a darle a la gente una referencia visual de la transición simulada de una soldada de ataque a una soldada de protección y ayuda, fiel al concepto que durante años, antes de los desgarriates del actual gobierno, los mexicanos tuvimos de las fuerzas armadas, salvo en las tenebrosas jornadas de 1968.

Cumplida la formalidad, se facilitó la convivencia del pueblo con el Ejército, metido a distracción familiar inocente, al permitir que los civiles se treparan a las tanquetas y pasearan con ellas; se tomaran fotos con sus efectivos a su lado y los tocaran en condición de iguales, de pueblo uniformado, pero pueblo al fin.

Los medios, al servicio de la Nación ya se sabe, cubrieron esta humanización de los soldados y le dieron vuelo a la hilacha destacando las imágenes de este insólito encuentro. Por unas horas, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, el Ejército redujo esa características solemnidad aterradora y se volvió una entidad amable, de servicio a los ciudadanos y de una sencillez asombrosa considerando los tiempos y los riesgos circundantes.

Esta maniobra de la Relaciones Públicas causó un impacto positivo en la percepción de la población y dispuso cierta comprensión del papel del Ejército en la salvaguarda de los civiles, haciendo olvidar brevemente, la serie de conflictos que ha traído su salida a las calles de la Provincia y los saldos violentos de la guerra contra el crimen organizado.

Desconocemos de quién partió la orden de estas disposiciones competencia de las Relaciones Públicas, o si fue un momento de inspiración seductora, pero el resultado no es desdeñable. Si el Ejército logra quitarse la animadversión producida por el respeto estricto de la cadena de mando y el aire totémico de su instrucción, sería factible la generación de un respeto espontáneo por su trabajo y no la tirria de verlo como uno de los brazos armados del poderío estatal.

En una rendición de partes, el desfile conmemorativo del inicio del movimiento de Independencia Nacional de 1810 tuvo mejor acogida que la anquilosada ceremonia del Grito.

A veces, son los pequeños regalos y las sorpresas de la vida las mejores oportunidades de plantar en la mente de las masas una nueva visión de algo. Para las familias que vivieron esta convivencia con los soldados difícilmente podrán olvidarla. Estar en un tanque o abrazar a un miembro de las fuerzas especiales no son cosas cotidianas. Y eso precisamente es el recuerdo a explotar, la estrategia de comunicación a seguir y el próximo concepto publicitario de una campaña de reposicionamiento castrense. Un Ejército de y para la gente, no más.

Desgraciadamente, la bestialidad de los encargados de la comunicación social del Estado, sacados de no sé dónde, se encargarán en unas semanas de retomar los mensajes tipo serie gringa de espionaje bélico, que sólo invitan a mover la cabeza y reírse de ellos.

Nosotros, los DODOS, nos quedamos con la estampa de una familia encaramada en un vehículo militar segura y admirada de los buenos modales de los profesionales de la muerte.

1 comentario:

Nalle Chelius dijo...

Sin duda las Relaciones Públicas son un gran instrumento para mejorar la imagen y reputación de las organizaciones, sin embargo también es necesaria una acción positiva para que el público confie en las instituciones del Estado como el ejército, si éste sigue agrediendo a los civiles poco servirá una campaña de RP que intente mejorar la percepción de la gente hacia cada uno de los soldados.