sábado, 5 de julio de 2008

SIMULACIONES REPRESENTATIVAS: La autonomía del arte ¿un problema actual?

POR: Eduardo Acosta Arreola

A lo largo de todo el siglo XX se ha redefinido una y otra vez la función del arte en la sociedad y es a partir de las vanguardias que la discusión sobre la masificación del arte gira alrededor de su autonomía. Por un lado, el arte tiene una relación sensible con la sociedad y, al mismo tiempo, sirve para renovar la sensibilidad.

Con las vanguardias surge el valor social del arte, que consiste en proveer al público de experiencias estéticas: ya sea de contemplación, de fiesta y/o de revolución.

Lo que hacen las vanguardias, o lo que buscaban, era destruir para construir, es decir, va minando el campo artístico, el medio donde se desenvuelven. Las vanguardias, en primer lugar, dificultan el avance del enemigo, es decir, no se muestran indiferentes ante las instituciones de arte; segundo, se encuentran en las proximidades de las mismas instituciones para mantener una influencia continua y constante; tercero, es un punto estratégico de observación que constituye “los ojos” del propio movimiento; en pocas palabras estos movimientos artísticos lo que hacían, en términos militares, era destacarse en primera fila, vigilar y atacar por sorpresa al enemigo,[1] a las instituciones que representaban al medio artístico, llámense museos, escuelas, galerías, críticos, especialistas, burguesía, etc.

En términos generales, las vanguardias surgen principalmente por una imperiosa necesidad de cambio, de recomposición de lo viejo, de lo pasado, es decir, rompen con la tradición. El primer elemento es, precisamente, el choque, la confrontación con las categorías estéticas que surgieron con Kant y con Baumgarten, ya que la estética es quien da, por primera vez, la autonomía al arte. Así que el arte ya no depende del campo religioso, como lo venía haciendo hasta el siglo IX, las vanguardias destruyen para poder construir y recomponer el orden, estableciendo otro.

Entonces el primer y único enemigo de las vanguardias se encuentra en el mismo arte, es la burguesía y todo lo que ella representa, en la forma y en la tradición, en aquellas categorías estéticas que se fundaron con valores artísticos de consagración, mismos que permanecieron hasta principios del siglo pasado.

Ahora bien, el debate en torno a la autonomía del arte se acrecienta después de que las vanguardias se agotaran y sucumbieran ante lo que ellos rechazaban. Por una parte las vanguardias se convirtieron en una tradición, se ritualizaron, el ejemplo más claro es la llamada “escuela mexicana de pintura”. Se volvieron dependientes de la burguesía y del Estado, quien se encarga de consumir la obra de arte. Dadá es el único que logra, finalmente, destruir por destruir, atentar contra el mismo arte, aquí no hay construcción únicamente destrucción de categorías estéticas, de los juicios de valor. En pocas palabras Dadá es autodestructivo, no deja ninguna base para un camino posible o futuro.

Hacia finales de la mitad del siglo XX aparece un proyecto democratizador, el modernismo, que delega en la educación, la difusión del arte y en la especialización, para lograr una evolución racional y moral,[2] no sólo en el ámbito artístico, sino en el ámbito social.

El arte ya no depende de la religión, ni del Estado, la obra deja de ser seleccionada, es decir, deja ser juzgada y aprobada por los poderes políticos y religiosos. Al cambiar los modos de producción, se va logrando la especialización del trabajo, la ciencia, la moral y el arte se toman en esferas muy particulares, cada uno de estos dominios logra su independencia de las otras, y al irse institucionalizándose se generan especialistas que se convierten en autoridades de su área.[3]

En el modernismo, el arte se construye un espacio autónomo dentro de la estructura social, y recordemos que el arte es una minúscula parte dentro de la cultura, pero que afecta y contribuye a la sociedad en su conjunto. Para entender una obra de arte moderna se debe tomar en cuenta la historia del campo de producción de la obra, tener el conocimiento y la sensibilidad estética para poder distinguir entre las diferentes corrientes o movimientos artísticos. Esto se logra con una educación de elite, la burguesía, o más bien, las clases altas son las que tienen acceso a todos los elementos que permiten apreciar una obra de arte y crear la distinción, una obra de arte provee este status.

El arte se legitima a partir de la creación y proliferación del campo artístico, es decir, adquiere su autonomía a partir de su institucionalización con la creación de museos y galerías. A partir del proyecto democratizador del arte que surge en el modernismo, al igual que en las vanguardias, surge un problema mayor, se crean convenciones que, por una parte, fijan las libertades en el campo artístico y, por otra parte, hacen posible que el arte sea un hecho social.[4]

Al democratizar el arte se abre una oportunidad para la experimentación del lenguaje y de la forma, hasta la exhibición y reproducción de la obra de arte, donde no solamente se busca cambiar las reglas y convenciones estéticas, sino también las creencias y costumbres del público o de la masa.

Lo que el modernismo y las vanguardias buscaban era profundizar en la autonomía del arte e insertarlo en la vida cotidiana, convirtiendo las experiencias artísticas y culturales en hechos colectivos y sociales que repercutieran en las diferentes esferas de la sociedad. Por su puesto solamente sucedió en un principio, después las acciones de los artistas para lograr el objetivo se quedaron en simples actos que se transformaron en rituales. Es por eso que el arte moderno se vuelve paradójico y no termina por asumir, o más bien, por aceptar el manejo de convenciones que cuestionan y critican a las mismas convenciones.

En la actualidad la única actividad social que ha logrado lo que el modernismo y las vanguardias buscaban, a excepción de Dadá, es la publicidad y el diseño. Que han logrado intervenir en todas las esferas de la sociedad, a través de diferentes estrategias, en muchos casos del campo artístico, para lograr la democratización de productos y servicios. Han hecho que la publicidad fije estándares de lo bello, y en muchos casos de lo estético, modificando conductas y actitudes ante la vida misma. Crean valores y convenciones que son aceptadas, casi, de inmediato.

La masificación del arte a partir de las nuevas tecnologías, por un lado, garantizó gracias a la reproducción de la obra de arte que un mayor número de personas, sin pertenecer a las clases dominantes y económicamente fuertes, tuvieran acceso a ellas. Pero, por otro lado, perdió el aura: el aquí y el ahora de la obra de arte.[5] El aura tiene una estrecha relación entre la obra y el espectador, tiene un sentido de elaboración manual.
Entonces debemos preguntarnos ¿Existe hoy una autonomía en el arte? ¿Realmente el campo artístico es autónomo? ¿Es una convención social la autonomía del arte? ¿Los paradigmas del arte han cambiado? ¿El modo de producción afecta al campo artístico? Para dar respuesta hasta interrogantes debemos considerar el contexto social actual, así como los avances tecnológicos. Hay que echar un vistazo al campo del arte en la actualidad, sigue manteniéndose vigente el cuestionamiento a la supuesta autonomía del arte.

Pareciera que el arte es una moda que responde al sistema del cual se mantiene y que ha generado toda una industria del arte, sigue manteniendo la misma problemática que en el siglo pasado. Y cuál es la respuesta, pues que el carácter autónomo del arte se sigue cifrando, por una parte, por las galerías, museos, escuelas y becas gubernamentales. Es decir, el arte autónomo utilizando la subjetividad como medio de creación. Y por el otro lado, el arte autónomo con el compromiso social.

En el contexto actual no podemos encerrarnos y encasillarnos bajo la pureza de los medios artísticos, el modo de producción actual, junto con la tecnología, nos permite, aunque parezca utópico, mantener un equilibrio con respecto a la autonomía del arte. La cultura actual nos da la posibilidad de mantenernos dentro del campo del arte y modificar las convenciones ya establecidas.

Tendremos que utilizar estrategias que permitan mantener la individualidad dentro del contexto global, una obra de arte es, a mi juicio, universal cuando nos habla de las condiciones del ser humano bajo un contexto que puede ser aplicable en cualquier parte del mundo y en cualquier época. Y las condiciones están dadas por la razón, los sentimientos y por los sentidos.

Hay que decirle al receptor de la obra de arte lo que ya sabe, pero no se lo han dicho. Es decir, lograr un punto medio entre la autonomía del arte y el campo artístico, aunque pareciera que uno esta dentro del otro. Es criticar lo que se muestra en las instituciones artísticas, pero también lo que se hace con el arte público, con compromiso social, que muchas veces se confunde con el arte popular, que no es lo mismo.
El arte en la actualidad logra, a través de la hibridación de los medios artísticos y de las nuevas aplicaciones tecnológicas, crear nuevos espacios de difusión y exhibición de obra artística, que responde al contexto en el que vivimos. Muestra un lenguaje nuevo, categoría que aparece con las vanguardias, así como Habermas, creo yo, debemos profundizar en la experimentación de la autonomía del arte a fin de que su poder renovador no se seque.[6]



BIBLIOGRAFÍA
Manrique, Jorge Alberto, “El rey ha muerto, viva el rey: la nueva pintura mexicana”, Revista de la UNAM, México, UNAM, 1970.
Cuevas, José Luis, Cuevas por Cuevas, México, Era, 1973.
Greenberg, Clement, Arte y Cultura. Ensayos críticos, Barcelona, Gustavo Gili, 1979.
Subirats, Eduardo, La flor y el cristal. Ensayos sobre arte y arquitectura moderna, Barcelona, Anthropos, 1986.
García Canclini, Néstor, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbo, 1989.
Harris, Johnatan, La modernidad a debate. El arte desde los cuarenta, Madrid, Akal,1999.
Benjamín, Walter, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, México, Itaca, 2003.





[1] Karl von Claussewitz, citado por Eduardo Subirats en “Las vanguardias y la cultura moderna” en La flor y el cristal. Ensayos sobre arte y arquitectura modernos, Barcelona, Anthropos, 1986.
[2] García Canclini, Néstor, “De las utopías al mercado” en Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbo, 1989.
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] Benjamín, Walter, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, México, Itaca, 2003.
[6]Habermas, Jurgen, citado por García Canclini, Néstor, “De las utopías al mercado” en Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbo, 1989.

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