sábado, 19 de julio de 2008

LA STREGA: Espadas


POR: Marcia Trejo


Desde el principio de los tiempos, el hombre ha aprovechado los elementos que le da la naturaleza para crear instrumentos que le sirvan para defenderse. Así nacieron las armas. Piedras, palos y, más tarde, los metales fueron utilizados para tal fin. La muerte se perfeccionaba y adquiría nuevos sentidos. Dentro de la historia de las armas, las espadas ocupan un lugar preponderante.

Las espadas se forjan en un metal o aleación de bronce, hierro o acero. El pomo, la empuñadura, la cruz, la guarda y la hoja pueden adornarse tan fastuosamente como lo quiera el usuario, siempre y cuando, el elemento estético no interfiera con su función principal: matar. De hecho, estos ornamentos pueden ir más allá al grado de mejorar –utilizando ciertos hechizos y símbolos- la capacidad de extraer la esencia vital del enemigo.

Las espadas no son objetos cualquiera, de hecho, tienen un espíritu propio el cual es sumamente sensible a las características de su dueño. Por ello se recomienda que éste se encuentre presente durante todo el proceso de fabricación con el fin de que el vínculo entre él y el espíritu del arma sea lo más perfecto posible. De aquí que las espadas producidas en serie para los ejércitos, por definición jamás podrán resultar igual de eficaces que las anteriores.

Cuando la hoja es forjada el espíritu de la espada penetra en ella. Este instante resulta clave porque se incorporan al alma los cuatro elementos vitales: fuego, aire, agua y tierra. El fuego transmite al metal toda la fuerza del herrero y éste puede incrementarla utilizando algunos encantamientos que son uno de los secretos del oficio. El elemento aire interviene al dar vida a los fuelles que mantienen vivo el fuego. El agua hace su aparición al templar la hoja. Y por último, la tierra está representada por las piedras utilizadas para darle mortífero filo. En ese instante puede ya saberse el destino que tendrán la espada y su portador, para ello es necesario que un augur de reconocido prestigio interprete la dirección y tamaño de las chispas que salen al afilarla.

Ahora bien, si el futuro dueño tiene la enorme suerte de que su espada sea hecha por alguna criatura sobrenatural, su calidad estará fuera de toda duda. Entre los mejores artesanos de estas armas se encuentran los enanos. Sus amplios y profundos conocimientos sobre la naturaleza de los metales hace de sus creaciones algo inigualable. Si no se dispone de los favores de un enano, no hay que perder la esperanza, porque se pueden obtener resultados favorables si se bendicen o se consagran con los rituales pertinentes.

Las espadas, además de su utilidad contra el enemigo, tienen la valiosa virtud de espantar y mantener a raya a los demonios. Por eso, si algunos de estos hombres tenía que pasar por algún lugar infestado de estas criaturas, llevaba su espada desenvainada y tan brillante que su solo resplandor era suficiente para alejarlos.

Entre las espadas más famosas está la del héroe albanés Iskander Beg. Ésta tenía la cualidad de que si quien la empuñaba era un guerrero de gran valor se hacía aún más afilada, resistente y letal. En cambio, si quien la portaba era un cobarde, automáticamente la hoja se embotaba y no causaba mas que rasguños.

Otra célebre espada era la del Rey Arturo: Excalibur. Sobre su origen se dice que le fue entregada por la Dama del Lago y era tan bella que, cuando Arturo agonizaba y pidió a uno de sus caballeros que la regresara al agua, éste fue incapaz de hacerlo. Arturo al darse cuenta de la desobediencia repitió la orden y fue hasta la tercera vez que ésta fue cumplida. Cuando el caballero la arrojó al agua, la hoja brilló como un relámpago y giró en el aire hasta caer con la empuñadura hacia abajo. En ese momento, salió un brazo del agua, tomó a Excalibur y la blandió tres veces antes de desaparecer con ella para siempre.

Entre las espadas renombradas está la de Sigmund. El dios Odín la colocó en el tronco de un árbol y sólo este héroe fue capaz de extraerla. Esta arma le traería innumerables victorias hasta que, cierto día, Odín decidió que debería acompañarlo al Valhalla e hizo que ésta se rompiera en dos en plena batalla. Su hijo Sigfrido hizo que Mime el herrero la compusiera y la esgrimió en muchas de sus famosas aventuras.

Durandarte era la espada de Roldán. Se cuenta que su eficacia residía en el hecho que tenía un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de San Dionisio y un pedazo de la túnica de Santa María. Con tan especial bagaje no es de extrañar que permitiera a Roldán acabar con un enorme ejército de infieles él solo.

Otra renombrada espada era Caladbolg. Su dueño: Cuchulain quien habría de correr un sin fin de aventuras y realizar incontables hazañas con ella.

El papel de las espadas en la historia y la fantasía ha sido determinante. El paso de los siglos no ha podido eclipsar su significado: la fuerza y el poder sobre la vida.

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