martes, 22 de julio de 2008

MARASSA: ¡Al César lo que es del César? Y a PEMEX, ¿que se lo quede quién?


POR: Ana Laura Domínguez


Para temas puntillosos pero sobre todo incómodos, qué mejor que hablar de la privatización de las industrias estatales. Y cuando digo puntillosos no es solamente por la extensión del tema y por lo meticuloso que puede ser uno al hablar de ellos, sino porque le dan al mexicano en lo que supuestamente más le duele: La Patria y sí, con mayúscula. Es como la puntilla al toro.

No se trata de herir susceptibilidades, pero la mayoría del ciudadano promedio piensa que si PEMEX se privatiza, nos van a quitar algo que es de todos los mexicanos, lo cual dista mucho de ser cierto. Si no eres trabajador de PEMEX, no recibes nada de la codiciada industria. Es decir, no tienes atención en sus clínicas y hospitales, no gozas del reparto de utilidades, a pesar de que es una empresa “del pueblo”, tampoco puedes tener alguna camioneta, terreno, departamento, despensa, chamarra con logo o cualquier cosa que venga por parte de ellos. NO, definitivamente eso no se da para el pueblo en general.

Pero el pueblo sigue peleando, marchando y protestando para que no se privatice. Los movimientos patrioteros son el pan de todos los días en nuestra querida ciudad y, por otro lado, una vez más se confirma que el mexicano tiene mala memoria. Sería importante dar un recorrido, aunque sea leve, por la historia de nuestro país, sobre todo desde la época de la expropiación petrolera. Efectivamente en aquellos días, “el pueblo”, contribuyó con lo que podía, para ayudar al querido Lázaro a hacer lo propio con la industria petrolera. Desde una gallina hasta un puerco, todo era útil y bien recibido. Del pueblo para el pueblo, esa era la promesa de la estatal. Pero desde esos tiempos, existe el centavito de Cárdenas. Sí, un centavo por cada barril de petróleo es lo que recibe desde entonces la victoriosa familia y además, es un centavo de dólar.

Solamente así puede uno explicarse de dónde sacó el buen Cuauhtémoc la cantidad suficiente de dinero para patrocinarse cuatro campañas presidenciales y armar de la nada el PRD.

Aquí lo malo es que gane el sentimentalismo patriotero y se pierda la objetividad del asunto que puede resultar por mucho para bien del pueblo mexicano. Existen ya algunos ejemplos de empresas privatizadas que han tenido éxito, pero sobre todo, que después de eso le han podido brindar al usuario, productos y servicios de calidad. Telmex uno de ellos. Se privatizó y está haciendo multimillonaria a una sola persona, eso es un hecho, pero ahora brinda un mejor servicio.

Los bancos también se privatizaron y ahora realmente ofrecen ventajas que antiguamente no podían dar ni en sueños. Además, el servicio es más ágil y sin tanto papeleo.

Y un ejemplo aún mejor que los anteriores, son nuestras carreteras. Ahora están mucho menos dañadas que antes, salvo honrosas excepciones como la del Sol. Las carreteras de mediados de los años ochenta y hacia atrás, eran realmente deplorables y tercermundistas. Ahora son contratistas privados los que las hacen y no la empresa del ex-presidente José López Portillo, quien se adjudicó la compañía "negra de asfalto" y además, vendía ese producto al precio que se le daba la gana.

La privatización de este tipo de empresas no desfalca al país, ni al pueblo, ni mucho menos puede llamársele traición al mismo. Por el contrario, la privatización evita corruptelas, compadrazgos, malos manejos del dinero, ese sí de todos, y lo más importante, es una inyección de capital que puede hacer crecer a la industria, explotando al máximo el preciado líquido negro.

Si bien es cierto que será solamente uno o unos cuántos los que se hagan millonarios con la privatización de PEMEX, también es cierto que todos los mexicanos, ahora sí nos veremos beneficiados y obtendremos algo bueno de la citada empresa. El beneficio será a largo plazo, eso también es un hecho, pero vale la pena esperar. Finalmente tendremos combustibles de buena calidad.

La gasolina mexicana por ejemplo, no sólo es la más cara del mundo, sino que es la de peor calidad.

Las marchas, plantones y desmanes patrioteros son buenos y divertidos para festejar un partido de fútbol o para llorar por la derrota del Peje, pero no para definir el futuro de una de las paraestatales más importantes del país.

No basta decir América para los Americanos y PEMEX para los mexicanos. El sentido de La Patria es completamente distinto a todo eso. El sentirse mexicano, y a mucha honra por cierto, no se denota peleando por una causa mal entendida y sobre todo mal fundamentada. La pérdida de la tierra, del territorio, como Texas por ejemplo, sí es un dolor de muelas de por vida y sí se puede considerar como patriotismo el hecho de “renegar” sobre tal acontecimiento.
En todo caso, lo que es de los mexicanos es el petróleo, lo malo es que no tenemos el dinero suficiente para seguir explotándolo. Dejemos el sentimentalismo patriotero barato de lado y enfoquemos esas ganas y ese amor a la patria, en un pensamiento razonado, que nos lleve a lograr un beneficio para todos.

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