sábado, 5 de julio de 2008

LA STREGA: Mal de espanto



POR: Marcia Trejo





El espanto es una enfermedad común en nuestro país que ataca tanto a los animales como a los seres humanos, particularmente a los niños. Aunque si bien se presenta a lo largo y ancho de nuestras fronteras, su incidencia es mayor en las zonas con menores grados de urbanización.

Este padecimiento consiste en la pérdida de una parte del alma o de la totalidad de ésta debido a un gran impacto emocional o un miedo repentino. El espanto se caracteriza por aglutinar toda una serie de síntomas que pueden presentarse todos juntos, o bien, sólo algunos de ellos; además la intensidad de cada síntoma es variable de acuerdo a la persona. La sintomatología incluye depresión, adelgazamiento de la sangre, desgano, vómito, inapetencia, diarrea, dificultades para conciliar el sueño o –cuando éste se presenta- pesadillas, calentura, cefalea, escalofríos, preferencias por sitios poco iluminados y debilidad generalizada. El espanto puede llegar a ser tan grave que, incluso, acarrea la muerte.

El espanto, de acuerdo a la causa que lo origine, puede clasificarse como: espanto de agua, espanto de víbora, espanto de muerto y espanto de chaneque. Por supuesto, hay otros tipos de espanto, pero sus razones pueden ser tan variadas que se le llama simplemente espanto.
El espanto de agua se presenta inmediatamente después de que alguien ha estado a punto de caer a ella o, de plano, ahogarse.


El espanto de víbora –tal como su nombre lo indica- se manifiesta cuando intempestivamente una serpiente –especialmente si es peligrosa- se atraviesa en el camino; la mera posibilidad de haber podido ser mordido por ella es suficiente para espantar.

El espanto de muerto es aquel que se da cuando alguien tiene un encuentro con el espíritu de alguien que ya murió.

El espanto de chaneque, naturalmente es el que se produce al encontrarse con una de estas criaturas, sin embargo, dentro del mismo término entran otras entidades capaces de provocarlo como son los espíritus del agua, los dueños de las plantas o los animales, los espíritus de los bosques, es decir, seres que pertenecen al mundo de lo sobrenatural.
Hay otras situaciones que también pueden dar lugar a la aparición del espanto y son, por ejemplo, tener un encuentro cercano con un brujo, accidentes tales como caer de un caballo, sufrir el ataque de algún animal, hallarse a poca distancia del sitio donde ha caído un rayo, ser testigo de situaciones violentas tales como riñas o algún tipo de circunstancia que ocasione gran miedo.
Existen remedios de lo más variado para curar esta dolencia. El tratamiento por excelencia es el barrido o limpia que consiste en pasar por encima del cuerpo diversos elementos como son hierbas, huevos, cal, monedas de plata o piedra alumbre. Las plantas más efectivas son pirú, ruda, romero, epazote, huele de noche, mirlo, malora y albahaca. Estas mismas hierbas pueden darse también en infusión o servir para sahumar a la persona. A ello también puede sumársele el que el curandero mezcle un grano de sal con su saliva, lo escupa en su mano y, mientras reza diversas oraciones, toma esa sustancia y hace con ella una cruz en la frente del afectado.
Otro procedimiento que también da buenos resultados consiste en rociar a la persona con una mezcla de mezcal y hierba mechuda. De hecho, si en lugar de rociar, se baña a la persona o bebe esta sustancia, el resultado es mucho mejor.
Asimismo se puede recurrir a un chupador, especialista en la modalidad de extraer el espanto mediante succión, ya sea directamente con la boca o a través de un carrizo. El chupador llevará al espantado al sitio donde se llevó el susto que hizo que perdiera su alma, ahí le succionará las sienes, muñecas, codos, rodillas y tobillos, mientras reza.
Cuando se trata de aquel que fue producido por un muerto, lo aconsejable es que el curandero vaya al panteón donde reposan los restos de la persona con cuya alma se encontró el enfermo y le pida –de la manera más atenta y cordial posible- que tenga la amabilidad de “soltar” al enfermo y –si se puede también- no volver a aparecérsele. En ocasiones, esto es suficiente para hacer entrar en razón al muerto. Sin embargo, hay ocasiones en que esto no funciona a la primera, así que el curandero regresa al sitio –sólo que ahora no va en plan de diplomático, sino en pie de guerra- y usando todo tipo de groserías interpela al muerto exigiéndole que deje de molestar de una vez por todas al enfermo. Por lo general, esta segunda visita basta para lograr el propósito.
Un caso especial es el espanto que se produce porque la tierra está enojada con alguien por los pecados que ha cometido, en este caso, lo aconsejable es besar la tierra en una señal de arrepentimiento y adoración, al tiempo que se solicita el perdón.

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