miércoles, 22 de junio de 2011

ASUNTOS EXTRANJEROS: GRECIA Y EL SUBDESARROLLO A LA EUROPEA

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

La crisis financiera en Grecia tiene un principio muy simple: es imposible que al integrar economías en diferentes grado de desarrollo bajo una sola entidad, a la larga, la vulnerabilidad de unas no afecte la estabilidad de otras.

La Unión Europea omitió ese detalle y ahora lo tendrá que pagar.

Grecia, uno de los puntos flacos del continente, a finales de 2009, debido a la imposibilidad de seguir ocultando la verdad, aceptó el encubrimiento de cifras macroeconómicas, cuyas implicaciones podrían obligarla a declarar el cese de pagos a los acreedores internacionales.

En octubre de ese año el partido Socialista griego ganó las elecciones legislativas y George Papandreou llegó al poder. Más tarde, anunció que la situación económica del país era catastrófica y que el déficit presupuestario para 2009 sería del 12,5% en jugar del 3,7% que había anunciado el gobierno precedente. También reveló que se había disimulado el verdadero tamaño de sus deudas ante la Comisión Europea desde hacía una década. En noviembre y diciembre, se hicieron públicas previsiones estimando el déficit griego en un 12,7% y el endeudamiento en el 113,4% para el año 2009, niveles muy por encima del límite del 3% y 60% que fija el Pacto de estabilidad y crecimiento para los miembros de la Unión Europea.

El 8 de diciembre, la agencia de calificación de riesgo Fitch Ratings bajó la calificación de la deuda soberana a largo plazo de Grecia de A- a BBB+, y el 16 de diciembre Standard & Poor's hizo lo mismo. Esto indicó a los inversores que invertir en ese país era más arriesgado, y vino confirmar los temores de los mercados. El 22 de diciembre la tercera gran agencia de calificación de riesgo, Moody's, rebajó la nota para Grecia de A1 a A2.

Mientras tanto, el gobierno griego anunció que no pediría ayuda externa para reembolsar sus deudas, y tuvo que anunciar un plan de reducción del déficit para el año 2010 a fin contentar a los mercados financieros y a la Comisión Europea. Sin embargo ese anuncio no fue suficiente, y en los días siguientes comenzaron los ataques especulativos en los mercados financieros y los rumores de que el gobierno iba a declarar la cesación de pagos. La Comisión Europea misma pidió al gobierno más medidas, juzgando que la situación del país amenazaba la estabilidad de los otros países europeos.

Uno de los obstáculos para el gobierno griego en aquel periodo fue que las medidas de austeridad que estaba obligado a cumplir para recibir su rescate económico y recuperar la confianza internacional generaron protestas que encabezaron los sindicatos, además de enfrentamientos violentos. De ahí la dificultad para presentar un plan de ajuste radical y la consiguiente desconfianza de los mercados sobre la capacidad del país de iniciar una reducción sostenible de la carga de la deuda pública.

En las semanas siguientes, la Comisión Europea y la canciller de Alemania Angela Merkel pidieron al gobierno griego que pusiera mayor empeño por reducir el déficit público y la deuda acumulada. A raíz de esta situación emergieron tanto en Berlín como en Bruselas los miedos acerca de que la crisis griega tuviera repercusión en el euro. Así, Angela Merkel insistió varias veces en que cada miembro de la Unión Europea tiene la responsabilidad de mantener las finanzas públicas en orden, condición de estabilidad de la propia unión y de la eurozona.

Como respuesta, el gobierno griego presentó a principios de enero de 2010 un drástico plan de reducción del gasto público y prometió limitar el déficit en un 3% para 2012. No obstante la desconfianza continuó, y mientras las tasas de préstamo para Grecia subían regularmente, la Comisión Europea reclamó más detalles de las medidas. El 2 de febrero, el gobierno revisó el plan de austeridad, endureciéndolo con nuevas medidas como el bloqueo de los sueldos a los funcionarios, la subida de los impuestos y el aumento de la edad de jubilación, a pesar de que hubo nuevas huelgas generales.

Durante esta "crisis griega", la Unión Europea (UE) se encontraba en un dilema. No había cláusula en el tratado inicial que regula la Unión que permita a sus países rescatar financieramente a los otros. El rescate colectivo de un país por los otros miembros está prohibido porque tiene un efecto contraproducente: eso no incitaría a los gobiernos a reducir sus déficits. Así, durante semanas, Alemania se negó a ayudar directamente a Grecia, alegando que los otros miembros de la zona euro no estaban dispuestos a pagar por los errores griegos, además de sufrir las protestas populares y una denuncia particular contra el gobierno.

Ese pecado de soberbia, al suponer que todas los países de la Unión eran competitivos, arrastró una seria confrontación, fuera y dentro de la UE, en la obtención de prioridades funcionales. La presencia de Europa en los mercados internacionales se debatió entre la fragilidad del dólar estadounidense, la amañada paridad del yuan Chino y las convulsiones habituales del subdesarrollo mundial.

Una intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, por tanto, una relación de dependencia respecto de él, no contentaba a todos los miembros de la Eurozona, porque recurrir al FMI hubiera podido dañar la credibilidad del euro; conllevaba admitir que la moneda única tenía problemas que debían gestionarse desde el extranjero. Así, a pesar de que el director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, señaló varias veces que estaría dispuesto a prestar dinero, Grecia y la UE se negaron a aceptar esta intervención.

Mientras la situación griega ganaba urgencia surgieron rumores sobre otros países y amenazó el riesgo de contagio: Portugal (deuda del 77% de su PIB), España (déficit similar al griego, pero deuda pública sensiblemente más baja), Italia (deuda pública más elevada, pero déficit mucho menor). Grecia alteró la confianza en los mercados financieros y llevó a los inversores a retirar su dinero de esos mercados, amenazando romper la estabilidad económica europea. Los primeros rumores sobre los bonos de estos países empezaron desde diciembre, y no dejaron de reforzarse en los meses siguientes.

El 3 de febrero de 2011, la Unión Europea anunció durante una cumbre en Bruselas que respaldaría los planes del gobierno griego para reducir su déficit y que sometería a Grecia a una supervisión severa para garantizar que el país tomaba las medidas anunciadas. No se anunció ninguna ayuda financiera. Esta intervención de apoyo y supervisión fue insuficiente para calmar los temores de contagio a otras economías mayores de la zona euro como la española, con lo que no se frenaron los ataques especulativos.

El 11 de febrero, los líderes de la Unión Europea acordaron en que no dejarían sola a Grecia y la ayudarían a sortear su crisis, que amenazaba otros países y la moneda común. Prometieron llevar adelante una acción coordinada para salvaguardar la estabilidad financiera de la eurozona. Sin embargo, no revelaron detalles sobre cómo sería el rescate, por lo que no se disiparon las dudas sobre la economía helena entre los inversores.

En los días sucesivos la Unión Europea pidió de nuevo a Grecia que intensificase sus esfuerzos para reducir el déficit público, porque ni el plan de ajuste (reducción del déficit a un 8,7 % en 2010 y 3% en 2012) ni los anuncios de apoyo económico disiparon la desconfianza en los mercados. Así el 5 de marzo, algunos días después de una huelga general, el gobierno griego anunció nuevas medidas.

El 15 de marzo, mientras que los mercados financieros seguían especulando sobre si la ayuda europea prometida a Grecia se iba a materializar, los ministros de finanzas de la Unión Europea (Eurogrupo) llegaron a un acuerdo no detallado sobre préstamos. Sin embargo, solo afirmaron que los países de la Eurozona habían acordado una manera de ayudar a Grecia en caso de que fuese necesario, pero reiteraron que Grecia no necesitaba un rescate y que la crisis griega era un problema nacional.

Una explicación a estos titubeos puede interpretarse a partir de la clara vulnerabilidad en los negocios de los Estados Unidos y el resquebrajamiento de la supremacía japonesa, envuelta en el desastre natural y tecnológico.

La dificultad de llegar a un acuerdo interno se debía principalmente a un desacuerdo entre Alemania y los otros miembros de la eurozona en la solución para salir de la crisis. Alemania se negaba a ayudar colectivamente a Grecia, e incluso propuso excluir de la Eurozona a los países que no respetan las reglas y amenazan la viabilidad de la moneda. Sin embargo, la Comisión Europea y otros países de la eurozona como Francia estaban a favor de una ayuda a Grecia y descartaban una exclusión, por eso pusieron presión sobre Angela Merkel para llegar un acuerdo. George Papandreou dio un ultimátum a la UE para aprobar el plan de rescate, amenazando con incumplir el plan de ajuste en caso de no rescate.

Finalmente, el 25 de marzo Francia y Alemania acordaron un plan para rescatar las finanzas griegas con la participación del FMI y los países de la eurozona. Sin embargo, solo se trataba de un plan de último recurso para rescatar a Grecia si se encuentra en situación de suspensión de pagos. El paquete de rescate totalizaría 23.000 millones de euros. Sin embargo, en los días siguientes continuaron las dudas sobre el rescate, lo que reactivó la presión sobre la deuda griega.

El 9 de abril, Fitch rebajó la calificación de la deuda griega a largo plazo BBB+ a BBB-.

El 11 de abril, los líderes del Eurogrupo revelaron los detalles del paquete de préstamos de emergencia, que estarían a disposición del país sólo si en caso de que pidiera asistencia, con tasas de interés cerca del 5% (más baja que el 7% en los mercados). El dinero lo pondrían los países de la eurozona y el FMI.

El 22 de abril, Eurostat cifró en el 13,6% del PIB el déficit público griego de 2009, un monto muy superior al 12,9% calculado por las estimaciones previas. A esta revisión al alza se sumó la rebaja por la agencia de calificación crediticia Moody's de la deuda de Grecia desde A2 hasta A3, lo que hizo que las tasas sobre los préstamos subieron a un 8,5%.

El día 23 el primer ministro griego George Papandreou pidió oficialmente que se pusiera en marcha el plan de rescate para antes del 19 de mayo. El plan no fue lanzado inmediatamente debido a las reticencias de Alemania, que exigió condiciones muy duras antes de prestar su ayuda.

Al mismo tiempo, los mercados financieros temieron que los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) sean tocados por un futuro ceso de pagos. Las preocupaciones se reforzaron en particular para España, donde el desempleo había subido a un 20%, y Portugal, que tuvo un déficit elevado (9,3% del PIB en 2009).

Los días 27 y 28 de abril la agencia de calificación Standard & Poor's hizo una rebaja de la calificación crediticia de España de AA+ a AA, y de la nota de la deuda portuguesa hasta A- (el 24 de marzo, Fitch ya había decidido rebajar la calificación a AA- desde AA), debido a los riesgos fiscales que enfrentaban esos países y a sus débiles perspectivas económicas. Esta situación provocó la caída de los valores bursátiles europeos, encabezados por el español, y el desplome del euro frente al dólar.


Así, el 28 de abril el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, y el director del BCE, Jean-Claude Trichet, acudieron a Alemania para intentar convencer al Parlamento de que aprobase el paquete de rescate para Grecia, mientras el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, pedía una acción rápida. El problema para la canciller alemana era que la opinión pública alemana no estaba a favor de este plan, porque a Alemania le tocaba ser el mayor contribuyente individual. Además, elecciones parlamentarias estaban previstas para el 9 de mayo, por lo que el gobierno alemán estaba pendiente de las elecciones y de no descontentar a sus electores. Así Angela Merkel se mostró reacia a prestar el dinero antes de los comicios, dado que la mayor parte de los alemanes estaban en contra del rescate griego.

En los meses anteriores, se había apoyado la propuesta de que los países europeos no rescataran Grecia, y que este país Grecia abandone la eurozona, considerando que debía salir sólo de la situación en la que metió. También hubiera sido una manera de proteger el euro y los otros países. Aunque el propio gobierno alemán había contemplado esta solución, luego la rechazó.

La aprobación última del plan de rescate se hizo en dos etapas:

El 2 de mayo, los ministros de Finanzas de la eurozona (Eurogrupo) aprobaron una línea de crédito de 110.000 millones de euros para ayudar a Grecia durante tres años, 80.000 millones por la UE y 30.000 millones por el FMI. Sin embargo, todavía quedaba pendiente la aprobación individual de cada uno de los gobiernos de la zona.

En los días siguientes los gobiernos de la eurozona aprobaron oficialmente el plan de ayuda a nivel nacional, de modo que el 7 de mayo, el paquete fue aprobado por el Consejo Europeo.

El 10 de mayo pasado, los ministros de Finanzas se reunieron en Bruselas para crear un nuevo mecanismo de estabilización para evitar que la crisis de la deuda de Grecia se extienda a otros países. Se trata de prestamos de 750.000 millones de euros en caso de dificultad de un país. Incluyen 500.000 millones de parte de la UE y 250.000 millones del FMI.

Bajo este plan, el Banco Central Europeo tomaría prestamos para el fondo de estabilización directamente en los mercados, para prestar este dinero a gobiernos europeos en dificultades.

Es decir, puede prestar indirectamente dinero a países europeos.

La meta de este sistema de garantía de los préstamos es que evite que la crisis griega se extienda a otros países de la eurozona que tienen altos déficits y un débil crecimiento, especialmente España, Portugal e Irlanda. Por tanto era también una manera de proteger el euro.

El miércoles 15 de junio, miles de personas se manifestaron en Atenas contra el nuevo plan de ajuste del gobierno del primer ministro Giorgos Papandreou, coincidiendo con la tercera huelga general que vive el país este año. El paro tuvo una fuerte repercusión en los servicios públicos, los transportes y el comercio. Unas 20 mil personas, según la policía —el doble, según la prensa— se manifestaron en Atenas.

La tradicional columna sindical se vio desbordada por la afluencia de ciudadanos que respondieron a la convocatoria del movimiento de los indignados, creado el 25 de mayo en Atenas bajo la inspiración de su par español. Los grupos que convocaron la protesta insistieron en la necesidad de que ésta mantuviera su carácter pacífico, pero se produjeron incidentes en la plaza Syntagma, ante el Parlamento griego, entre jóvenes manifestantes y las fuerzas de seguridad, que usaron gases lacrimógenos para dispersar las protestas. Una docena de personas resultó herida.

Después de la masiva manifestación contra sus medidas de austeridad, Papandreou anunció una remodelación de su gobierno para bregar con la crisis de la deuda que ahoga al país. Bajo la presión de los acreedores, Papandreou intentó llegar a un acuerdo con la oposición para lograr la aprobación de un proyecto de presupuesto plurianual, considerado imprescindible para garantizar una nueva ayuda de la Unión Europea y del FMI.

El anuncio llegó tras una febril especulación mediática según la cual Papandreou habría incluso ofrecido dimitir horas antes si con ello podía garantizar un acuerdo con la oposición para formar un gobierno de unión que le permitiese gestionar la crisis de la deuda.

La televisión estatal NET y otros medios habían informado que Papandreou había propuesto su renuncia al líder conservador Antonis Samaras para lograr su respaldo a las controvertidas medias de austeridad. Papandreou no precisó el alcance de la remodelación del gabinete, que tiene lugar cuando el gobierno socialista griego trata de que el Parlamento apruebe un nuevo paquete de recortes por valor de 28 mil millones de euros (unos 40 mil millones de dólares) y masivas privatizaciones. Según el gobierno, la aprobación en el Parlamento de este proyecto de ley es una condición al desembolso del quinto tramo de un préstamo de 110 mil millones de euros otorgado en 2010 por la UE y el FMI, de los que ya recibió 53 mil millones.

La disyuntiva de la Unión Europea no es fácil, o se compromete a progresar, aun con las rémoras, o define perfectamente, como un club privado, los requisitos reales para estar en ella.

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