martes, 26 de agosto de 2008

FARFADET: Un vital sentimiento

POR: Antonio Barrón, el Abuelo

Ya no puedo ver más mi propia imagen al espejo, mis ojos están demasiado hinchados para apreciar mi nuevo aspecto, mucho se habla de que el ser humano se puede acoplar a cualquier cosa: a no tener familia, a vivir en situaciones deplorables, a no comer por algunos días o comer muy mal, a no bañarse, a no tener dinero o extremidades; pero ¿esa regla aplica a todos los seres humanos? Y sobre todo ¿para mí?

En realidad ya perdí la cuenta de cuántos días llevo encerrado en este cuarto, la oscuridad llena el espacio, el silencio repica en mi cabeza como gota a gota cayendo de un grifo a gran altura; mis labios sangran, las grietas en ellos parecen marcas que de por vida adornarán mi boca y cuyas costras no caerán; la barba pica, duele y siento ardor debajo de ella. En ocasiones siento pequeños bichos recorrerme, desde la entrepierna hasta el rostro, y no puedo rascarme, por más que intento desatarme de estas cuerdas ya podridas y llenas de moho, no puedo.

Algunas veces trato aún de recordar aquellos días dónde el sol golpeaba en mi rostro y los problemas pasaban alrededor, pero nunca me tocaban, cuando la sonrisa era parte de mi vida, pero ahora son recuerdos que se esfuman con el paso de polvo entre mis pestañas, se enjuagan con la sangre que cae de mis pies desnudos, anclados a este piso lleno de vidrios que no han venido a limpiar. ¿Se habrán olvidado de mí?, ¿entendieron que más allá que mi cuerpo no hay nadie que vele por mi descanso, por mi diario ir y venir;? Ya mis dientes no tienen fuerza, no recuerdan cómo masticar y, por más que lo intento, no logro recordar cuánto tiempo puede pasar uno sin comer…

Ahora que mis ojos no me sirven, me guío mucho por mi oído y sé que ya ni caminan tras la puerta, ya no hay llamadas ni insultos, ya no hay risas ni sesiones donde perdían la razón seguro con sustancias que quiebran nuestros sentidos y nos elevan a nuevos niveles de percepción. Ya no me importa el haber sido presa de los deseos carnales de otros hombres, ni del sentir cómo llegaban a lugares que ni yo mismo me permití explorar, ese dolor se ha esfumado, ya no es parte de mí.

Para muchos, esta situación sería parte de una pesadilla interminable; para otros, la experiencia más horrible, para mí, ya no es nada, para mí es el olvido, y no sé si sea el final, ya no anhelo ver la luz o sentir el aire o comer pasta o cantar a todo pulmón, bailar tocando las manos de la gente, comerse una nieve de limón mezclada con otro poco de tequila. Ya no creo en el crecimiento físico, mental ni espiritual; ni en dormir o bañarme tranquilamente mientras el vapor del agua abre mis poros y me deja suspirar.

Ahora lo único que siento es un ligero deseo de que mi mente no deje de registrar por completo, que alguna de las múltiples heridas que recorren mi piel puedan volver a doler, que el sabor metálico de la sangre vuelva a llenar de su sabor mi lengua, mi boca, mi garganta… no sé si quiero morir o que terminen con este episodio, lo único que sé es que en este sueño tan real, al menos quisiera volver a sentir dolor, para recordarme que sigo aquí, entre la vida o entre la muerte, porque tal vez mi esperanza radique más en sentir que pertenezco a una, y no que hasta ellas hayan pasado por alto que aquí hay alguien que aún escucha el latido de su propio corazón al no bombear la sangre suficiente para respirar con tranquilidad.

Así deseo que mis pensamientos se eleven más allá de esta oscuridad, simplemente para hacerme saber o sentir que aún valgo algo. Y así mientras aún mi cabeza generaba frases coherentes, sentí la señal que esperaba, era un pequeño pellizco en la planta de mi pie, deje tirar mi torso entre las cuerdas que me amarraban al vacío, para poder distinguir entre las sombras a dos pequeñas ratas arrancándome apenas las costras de mi pie, gustosas de encontrarme, de devorarme. Con esa simple señal, pude entreabrir mis ojos y dibujar una sonrisa en mi rostro, porque al menos supe que seguía vivo, que valía para algo… que como muchos dicen, mi esperanza será la que muera al final.

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