jueves, 14 de agosto de 2008

AD: No se vayan con la finta

Ante todo credibilidad, pero ¿de marca, medio o modelo? O lo que es lo mismo...
NO SE VAYAN CON LA FINTA
Por: Ana Laura Domínguez Espinosa


El consumidor / espectador o viceversa, está expuesto, como se ha mencionado ya en otras ocasiones, a una gran cantidad de mensajes publicitarios en diferentes medios y en una amplia gama de productos.

Diariamente nos atragantamos con las imágenes de una infinidad de marcas famosas, de antaño y de reciente nacimiento, de cualquier género y especie. Estrellas de televisión nacional e internacional; personalidades de la alfombra roja del gabacho y de México también, por qué no, se encargan de “decorar” con su pomposa reputación e imagen, a todos aquellos productos y servicios que pretenden formar parte de la vida del ciudadano común y obvio, del no tan común. Todos ellos (marcas, productos, servicios, medios y modelos) se entremezclan en los anuncios de radio, televisión, espectaculares, prensa y revistas para impactar de una u otra forma al espectador y posible consumidor, todo con la finalidad de que el producto publicitado sea vendido, por lo menos en pequeñas proporciones y a un diminuto estrato de la sociedad. La credibilidad de la marca está en manos de los modelos que la anuncian, sean famosos o no, y también en las garras de los medios de comunicación que las promueven y es aquí donde nos enfrentamos (o por lo menos deberíamos hacerlo) a un gran cuestionamiento: ¿si se anuncia… es bueno o tiene lana?

Es innegable que algunas marcas de reconocido prestigio se “venden” solas, no importando si el modelo que las anuncia es del mundo de la farándula o no. Pero de cualquier manera la imagen de éste resulta interesante para el futuro consumidor ya que le otorga cierto estatus, a él y al producto.

Bajo ese esquema estamos acostumbrados a consumir la mayoría de los productos que no son de primera necesidad. La premisa de: si lo anuncia fulano o fulana de tal, entonces debe de ser un buen producto; o si se anuncia en televisión, entonces es de calidad, resulta muy convincente para que cualquier persona caiga presa del consumismo innecesario.

La credibilidad del producto en sí, se ve apoyada y sobre todo reforzada por la persona que lo anuncia ya que no sólo exalta las características del artículo en cuestión, sino que, además, lo termina de adornar argumentando que a él o ella le ha resultado fabuloso.

Lo interesante del asunto sería saber a ciencia cierta, cuántos y cuáles productos pueden jactarse de sostener su credibilidad por sí solos.

Las cremas antiarrugas, las que retardan el envejecimiento de la piel; las pastillas contra el insomnio; los alimentos que además de ser nutritivos resuelven problemas para el estreñimiento; los aparatos para realizar una depilación “definitiva” en casa entre muchos, muchos otros que al anunciarse en los medios masivos de comunicación y estar avalados por personalidades del mundo del entretenimiento, adquieren una credibilidad impresionante, misma que la mayoría de las veces pierden cuando son utilizados por el común denominador de los mortales.

Resulta divertido imaginar a los creativos de las grandes agencias al estilo Mel Gibson en la patética cinta “Lo que ellas quieren” (burda traducción al español), probando en ellos todos y cada uno de los productos que llegan a sus manos para comprobar su “efectividad” y entonces elaborar la anhelada campaña, elegir al modelo o modelos acorde al público objetivo así como el medio idóneo para cumplir con el objetivo de venta. Pero no. Simplemente es irrisorio pensarlo. La credibilidad del producto la dará el medio y la persona a la que le paguen por anunciarlo. Ellos sí son elegidos con mucha cautela. Ambos. La televisión por ejemplo es el medio masivo, por excelencia, que cuenta con la mayor credibilidad. Poner un anuncio en la T.V es sinónimo de calidad en los productos… o de grandes cantidades de dinero en las empresas.

En más de una ocasión nos hemos topado con la terrible desilusión de que el producto que adquirimos no hace ni la mitad de lo que prometía el anuncio. Y aquí el chasco va por partida doble, ya que la credibilidad del personaje que lo adornó con sus frases aduladoras y su apantallante presencia, también corre un riesgo abrumador ante el público. El producto en cuestión puede perder ventas gracias a la publicidad de boca en boca, y el que lo haya adquirido no volverá a hacerlo, eso queda hasta ahí, pero la imagen del modelo y/o del personaje “famoso”, ha quedado fastidiada por un buen rato, no importa de quién se trate, ya que con la mano en la cintura, le ha mentido al espectador que, posiblemente, lo tenía catalogado como una persona confiable y creíble.

La variedad de productos y servicios es tal, que sería difícil determinar la manera de comprobar su efectividad, pero en definitiva, el publicista debe de tener muy en claro cómo pretende crear y sobre todo sostener, la credibilidad de lo que anuncia.
La mayoría de las personas creemos firmemente en los medios de comunicación. Son de fiar. Sobre todo los electrónicos. Y en cuanto a los impresos, la prensa y las revistas con cierto renombre y estatus, dejan siempre bien claro que lo que tienen en sus páginas, es cien por ciento creíble.

La disyuntiva es difícil y engañosa: ¿todo lo que se publicita puede gozar de credibilidad? El que tenga dinero para anunciarse en cualquier medio, está en su pleno derecho de hacerlo, una vez cumplidos los requisitos legales en el caso de ciertos productos y servicios y lo peor, es que la agencia de publicidad y el creativo al que le asignan la cuenta, tiene la “obligación” de desarrollar una estrategia mercadológica y publicitaria que avale al producto, que le genere ventas al anunciante (dizque) y sobre todo que le otorgue credibilidad ante el consumidor.

En fin, que aquí estamos a diario creyendo todo lo que nos dicen, consumiendo todo lo que anuncian y renegando sobre la efectividad de los productos. Pero así son las cosas gracias a una campaña publicitaria de diez, un modelo de primera línea y un producto… “necesario”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

haha es verdad, yo estudiando diseño publicitario sigo consumiendo productos que me envuelven solo por su campaña, estuve a punto de comprar el iphone porque es de MAC la súper marca, pero al final me di cuenta que tiene funciones innecesarias, demasiadas, y así he comprado productos que al final no cumplen con lo que mencionan en sus campañas, pffff...