lunes, 3 de mayo de 2010

EDITORIAL: EN EL FALSO NOMBRE DE DIOS

La Iglesia Católica dio a conocer el veredicto inapelable “los comportamientos inmorales de Marcial Maciel son auténticos delitos y manifiestan una vida carente de escrúpulos y de genuino sentimiento religioso”.

Lástima que el condenado esté muerto y que a nadie conste que Dios lo esté castigando.

En consecuencia, la sentencia, importante indiscutiblemente, sólo reviste la condena moral y cierto consuelo espiritual a las víctimas de ese depredador sexual.

Sin embargo, el Papa Benedicto XVI es un hombre práctico y no disolverá la Legión de Cristo por estos “pequeños” intereses: la administración 125 casas religiosas, 150 colegios, 21 institutos superiores, 9 universidades y 630 centros de educación no formal en 22 naciones. Además de contar a 800 sacerdotes, más de 2 mil seminaristas y unos 65 mil miembros laicos de su movimiento Regnum Christi.

Este legado productivo del pederasta Maciel parte de un presupuesto anual de 650 millones de dólares anuales y de una red de ganancias poco claras, pero esenciales en las arcas la fe.

Así que muerto el perro, la Iglesia propone refundar la Legión y en un comunicado oficial se asienta que “el Santo Padre pretende rescatar a todos los Legionarios, y a los miembros del movimiento Regnum Christi de manera que no estarán solos: la Iglesia tiene la firme voluntad de acompañarlos en todo el camino de purificación que les espera”.

No se esperaba menos de quien llorando pidió perdón por los pecados sexuales de la curia.

Experta en siglos de simulación, traiciones y demás linduras pecadoras, la institución cubre apariencias: “Eso comprenderá una confrontación sincera con todo el que, dentro y al exterior de la Legión, fue víctima de abuso sexual y del sistema de poder del fundador: a todos ellos en este momento el pensamiento y las plegarias del Santo Padre, también la gratitud a todos ellos, porque en medio de grandes dificultades tuvieron el coraje de exigir constantemente la verdad”.

Los legionarios, cruzando los dedos por lo bajo, aceptaron con “profunda fe” y “obediencia”, el puente de oro tendido por el Vaticano.

Si efectivamente, la Iglesia Católica quisiera hacer cumplir los principios de justicia que predica bastaría con poner en manos de las autoridades a todos los sacerdotes sospechosos de pederastia como los ciudadanos que son y no protegerlos, directa o indirectamente, a través del derecho canónico, para que reciban las oportunidades normales de defensa y culpabilidad civiles.

Se reconoce el error, sin embargo, por cuestiones ajenas al fortalecimiento espiritual, se mantiene la abominación “arrepentida”.

Y las vidas destrozadas de los feligreses, de los creyentes, de los sacrificados, qué. ¿Dónde está la recuperación al daño? ¿O siguiendo el ejemplo del pastor y el rebaño, fueron ovejas destinadas al matadero?

Dios no se presta a esos enjuagues y esperamos ver el rumbo que tome su venganza porque sabe que se la debe a sus criaturas envilecidas.

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